Ruptura (Sección "Lluvia de piedras")




Una hablaba de la seguridad que aportaba su experiencia y pretendía conservarlo todo como ayer; la otra, inventaba, innovaba sin pausa y declaraba su apuesta por el progreso.
Tiraron de un lado y de otro sin contemplación con una avaricia desmedida, un ansia de propiedad disfrazada de amor infinito, que deformó el músculo cruelmente. Al final, el corazón se agrietó y se partió, y se redujo en los apresados extremos. Apenas hubo sangre ni tiempo para una última punzada de dolor. Estrujado como lo tenían, no era un órgano funcional y aquel final era una muerte anunciada.
Pudiera ser como si, madre y amante, se quedaran viudas; sin consciencia previa de que su amor se transformaba en daño mortal. Ahora, las dos partes se creen con propiedad exclusiva para llorar y, sin embargo, sus lágrimas no son pegamento o reparador universal. No son hacedoras de milagros y ni se huele si quiera el mínimo arrepentimiento. Ambas lo volverían a hacer: Lo seguirán haciendo. Pero el ser no tiene dueño. 


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