La sandía del futuro - Contraverso
El
agua choca contra los cristales
de
una vieja y sórdida habitación;
el
libro, la guitarra y el jarrón
son
los tres adornos más principales;
no
sé si sueño o si solo recuerdo
una
símil clase de bachillerato,
pero
puedo ver al cabo de un rato
las
sillas, y a su lateral izquierdo
una
ristra de semillas de sandía
-¿semillas?
¡Sí! Ya dije que era un sueño
p
un mal recuerdo. Recuerdo ser pequeño,
como
una semilla que no podía
escabullirse
de la fruta maternal
porque
han construido templos para la edad
donde
los piadosos no tienen piedad;
recuerdo
ojos de pedernal
que
se clavaban en el corazón,
recuerdo
el cisma de los compañeros
y
el baile patético de los ceros
que
por amor cegaban a la razón;
recuerdo
cinco frases incompletas
de...
¿Era Bécquer? O... ¿Quién era?
En
fin, recuerdo semanas de espera
mientras
veía caer buenas metas
como
castillos de naipes. Dijeron
¡qué
expresión! Que recogiéramos mierda,
que
si no lo hacíamos: ahí la puerta.
Sueños
mataron, sueños murieron
al
ritmo de la más pura desidia.
Recuerdo
que esta semilla pintaba
los
pupitres y que también odiaba
tener
que madrugar, sentía envidia
de
los renacuajos que hay en las charcas,
de
los lagartos que reptan las piedras,
de
las arañas que decoran las hiedras
de
blanco y de los seres de las zarzas,
fueran
cuales fueran. No sabía por
entonces
que estaba perdiendo el tiempo,
no
era una idea que llevara dentro,
y,
con todo, todo pasaba mejor
cuando
el tiempo nada nos importaba,
aunque...
¡Claro! Hablo desde el presente,
así
hablaré cuando caigan los dientes
de
mi boca, diré “qué bien estaba”,
y
no será porque estuviera mejor
sino
porque no me aquejaran los dioses
formados
por la multitud de adioses,
esa
multitud que ya no baña el Sol.
Y
entonces, con mal cuerpo, me levanto;
por
inercia, por amor a la vida,
o
¡cómo quieran! Por horror a la huida,
y
me despierto con el puño en alto
acusando
a quien me obliga, a quien dice
pretender
otorgarnos la libertad,
en
pretérito, pero ¡ay! La verdad
es
que en las sombras a todos dirige.
La
sandía, podrida de su sangre,
dibujaba
caminos al futuro;
seguirlos
puede resultar muy duro
pero
somos libres de morir de hambre.
(Fuente de la imagen: elcamaleónverde.com)
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