A este lado de los barrotes (Sección "Lluvia de piedras")



Desde la antigüedad los unicornios han evolucionado mucho. Aunque su dieta sigue teniendo, sobre todo, una base de hojas de morera; no han perdido dones o propiedades, sino que aprendieron a pasar casi totalmente desapercibidos para disfrutar de una vida en libertad. El ser que antes era del tamaño de un caballo, ahora es más pequeño que el meñique de una mano y así, de momento, escapa de la influencia humana.
Durante la última época de su vida, cuando rompen el cascarón, emprenden vuelo formando un arcoíris con el color de sus alas; entonces, se embriagan de belleza hasta olvidar totalmente su vida anterior.
Hay un zoológico que pretende apresar una pareja y formar una colonia, para encerrarlos tras cristales de aumento y así poderlos apreciar con todo su esplendor. Quieren “proteger la biodiversidad”. Una parte de la biodiversidad que nos observará a través de esos cristales invertidos y nos verá aún más deformes de lo que somos en realidad. O no…
Al final, con el paso del tiempo, los unicornios se harán más y más pequeños para ampliar su espacio vital o encontrar rendijas por las que escapar de su jaula acristalada. Posiblemente, tendrán todos que llevar gafas para ver a los humanos o, sencillamente, no los verán. Pero, seguro que, para entonces los humanos seguirán al otro lado de la red de jaulas que ellos mismos tejieron para permanecer contemplando a salvo, aislados, el resto del mundo animal.


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