“La
ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro” William
Shakespeare.
Ansiedad,
dolor de cabeza, rabia, y más dolor de cabeza. Todo hecho una
barrunta de sentimientos en la cabeza y el corazón de Sally
Redrum. No era de noble familia, no poseía grandes
riquezas y no era la mujer más bella del mundo, pero era ella misma.
Ese era el problema. Pensaba en ello mientras preparaba un modesto
bolso de equipaje para un fin de semana. Encima de la misma cama
donde hacía la maleta, un bolso de deporte negro, cerrado. Lo miraba
absorta mientras pensaba en su última conversación con Nathan
Hope, su pareja.
-Lo
siento Sall, no eres tú, es la rutina que se instala, de verdad esto
es muy difícil…
-Dijiste
que me querías…
-Y
te quiero pero es que no pegamos nada, somos de mundos diferentes. Ya
sabes…
(Ya
sé, tú vives en Villa Baskerville y yo en el mundo real, donde no
hay piscina, ni servicio, ni campo de golf, pensó ella)
-Si,
lo entiendo, dijo tragando el resto de palabras como si fuesen lava.
(Yo no soy una chica de buena familia con una gran carrera, o una
empresa en herencia solo soy una enfermera, titulada, pero una
simple enfermera).
-No
estés triste, podemos ser amigos, al fin y al cabo son ocho años de
nuestras vidas. Además tenemos pendiente ese viaje a la cabaña del
lago. No me puedes fallar Sally, es un socio muy importante y mi
padre, él piensa que no hago nada por la empresa.
(Y
así es patán)
-No
te entiendo Nathan.
-Pues
que debemos ir, solo estaremos solos la primera noche, hazme ese
favor Sally.
-¿No
puedes llevar a una amiga?
-
No, es mejor juntos, debemos dar imagen de estabilidad.
(Estabilidad...¿estabilidad?...menudo
capullo)
-Bien
iré.
Iré
a aparentar que estamos genial, cuando tú tiras ocho años de mi
vida a la basura. Es perfecto, píseme la cabeza señor Hope. Hope,
menudo apellido, esperanza, ja,ja,ja, esto me pasa por ilusa. Es muy
humillante hablar con tu imagen en el espejo sobre de lo que deberías
haber dicho. Pero Sally rara vez decía exactamente todo lo que
pensaba…
A
las 15:00 la recogió en su puerta. Se saludaron, todo era extraño,
emprendieron el viaje en silencio. En ese silencio, Sally repasaba
una y otra vez una serie de acciones y un discurso mentalmente.
Nathan la miraba como se mira a un perro que vas a dejar abandonado
en el bosque.
Cuando
llegaron a la cabaña, todo estaba como siempre, hermoso, lujoso,
puro. Ella sacó sus dos bolsos y él todas sus porquerías
tecnológicas, su maleta de piel y sus queridos palos de golf. Al
entrar en la casa, la actitud de Sally cambió por completo y a
propósito.
Su
cara era diferente y su voz más dulce, un comportamiento sensual que
Nathan jamás había visto en ella pero lo intrigó. Ella subió a
cambiarse y propuso una última cena de pareja, aunque fueran a
terminar, él aceptó por pena y se notó demasiado.
Cuando
llegó la hora era Nathan el que tardaba, era extraño, compartir
casa y mesa con alguien de quien te vas a separar.
La
mesa estaba lista y bien ataviada, con velas, Sally esperaba en una
de las esquinas con un vestido negro, unos tacones y una copa de
vino. Nathan la re-descubrió, se acercó asombrado y ella le brindó
una copa.
Mientras
le decía lo guapa que estaba, lo mucho que valía y otras
zalamerías, se le nubló la vista y todo se volvió negro…
Cuando
despertó, veía borroso, estaba en una posición extraña. Sus manos
atadas por encima de su cabeza y colgadas de una de las vigas
decorativas de la casa. Sus pies atados a las patas de una silla y
estaba casi sentado pero no del todo. Debajo de la silla había
plástico, casi todo el suelo del comedor, estaban cerca de la mesa.
Pero ya no había comida, eran, otras cosas. Sally apareció, con un
disfraz de enfermera, de esos, que no dejan nada a la imaginación.
Estaba radiante de felicidad, o quizá fuera otra cosa.
-¡Hombre,
el caballero andante ha despertado! ¿Ha dormido bien su majestad?
-Sally
que narices estás haciendo, ¡Sally!
-Eh,
eh, tranquilo, si todavía no hemos empezado. Primero voy a quitarme
esta basura de anillo para que te lo tragues, era mi novela
preferida, y te cargas la frase. “Ni el tiempo ni la distancia...”
<<dijo Sally con retintín>>. Es “Océanos de tiempo”
Bram Stoker de pacotilla. Pijo pero tonto.
Sally
cogió un vaso con agua y se quitó el anillo, le tapó la nariz le
abrió violentamente la boca y se lo dejó en la garganta. Le dio el
agua. Él intentó toser pero al final se lo tragó.
-Bien
ahora eres más fuerte, imbécil, has tragado acero, porque yo no
valgo lo suficiente para algo más, o porque soy la única tonta que
no se ha fijado en tu dinero. ¿A cuáles prefieres? ¿Rubias y
tontas? Dime…
-No,
no, estás bien Sally, estás enferma…
-Si,
pero pronto me voy a curar. Este juego se llama: “Tanto sabes tanto
vales” y lo vamos a jugar a tu manera. Con un Driver. ¡Me encanta
el maldito golf!
-No,
por favor, <<la miraba asombrado aún no lo creía, no la
conocía>>.
-Ya
verás, le asestó un golpe certero en la rodilla izquierda,
machacándola por completo, él aullaba de dolor, pero estaban en la
exclusividad de su adorada parcela en el lago.
El
segundo golpe le partió un par de costillas, y finalmente fue a por
la pierna derecha.
-Sall,
¡por favor, no, para! ¡Ocho años, han sido ocho años!
-Exacto,
¡donde está mi tiempo! ¿Que he sido sino alguien a quien tu sombra
eclipsaba?
Calma,
calma, <<hablaba fría y serena>>. Hemos dicho que es un
juego, bien salvarás tus codos si me dices qué melodía es ésta.
En su móvil sonó La Cabalgata de las Valquirias.
-No,
no lo sé, dijo Nathan casi sin aliento por el dolor.
Sally
Redrum se encogió de hombros y dejó que sonara la música,
mientras lo golpeaba repetía “de-be-rí-as co-no-cer a Wag-ner”,
inculto.
Nathan
lloraba y chillaba y ella paró y soltó el palo. Se tapó los oídos.
Giró hacia la mesa y cogió un bisturí (la bolsa negra de viaje,
material robado del hospital). Se acercó le agarró la lengua y
cortó. Nathan no se dio cuenta hasta que el dolor penetró en todo
su ser y vio el trozo de carne en el suelo. Ella reía.
-Así
mejor, llora y sangra como el cerdo que eres pero no me grites más.
¿Sabes? Hay quien dice que estoy loca, que soy obsesiva pero no te
he demostrado nada de eso en años, ya lo hubieras notado.
Simplemente soy reactiva y un poco vengativa. Ya no valgo nada para
ti, pero no dejaré que tu valgas para otra. No llores,
pobre...<<puso una grotesca cara de pena>> Te voy a
arreglar.
Le
hizo dos dolorosas incisiones en la cara, a modo de sonrisa, que
recordaba al “Joker” de los cómics de “Batman”. Así siempre
estarás feliz para atender a tus socios. Nathan se estaba rindiendo,
primero se orinó encima, lo que provocó más a Sally que empezó a
hacer cortes en su zona abdominal hasta desparramar sus tripas. Soltó
un liberador grito en la noche y se rió, se rió mucho.
Cuando
paró el furor, estaba cubierta de la sangre de Nathan y de Nathan en
sí. Le dio asco. Cortó la cuerda y Nathan cayó como un trapo. Lo
miró y sonrió, pícara, solo un suvenir…
FINAL
1
El
cuerpo de Nathan Hope yacía lleno de piedras, envuelto en
plástico en el fondo del lago. Y los socios de la empresa de su
padre vieron a una feliz y radiante Sally en el porche desayunando un
zumo y un bol de leche con cereales.
-¡Hola!
Bienvenidos a casa, Nathan está tomando un baño en el lago.
-Bien,
esperaremos, dijeron desconcertados.
Sally
tomó el bol de cereales con una mano y lo miró, <<aún no
está bien pulido, pero me servirá, pensaba mientas observaba la
tapa de los sesos de Nathan>>
Pronunció
unas palabras en alto que solo para ella tenían sentido: “todo el
mundo tiene una utilidad”.
FINAL
2
Bailaba
enajenada, sonriente y libre al fin o prisionera por siempre. Según
cómo se mire. Y de sus ropas ensangrentadas emanaba olor a tragedia.
Pero Sally Redrum era feliz en apariencia. Sostenía
en sus manos la ensangrentada tapa de los sesos de Nathan Hope.
Acariciaba aún su pelo antes del hueso. Sus espectadores, que
esperaban otro recibimiento, la miraban muertos de miedo.
Gabriela
Carvias.
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