La temible claridad de la mañana (Sección "Lluvia de piedras)
No
paró de escribir y corregir toda la noche. Había escrito tanto durante su vida que
podría haber llenado librerías si fuesen papeleras. Sabía lo complicado que era
conseguir un texto bueno, de ahí su satisfacción con aquellas pocas líneas que
sobrevivieron a la nocturnidad.
Al
amanecer, tomó el cuaderno de la mesilla y escrutó las últimas palabras
plasmadas en el papel. Pero, con un poco más de claridad, se detuvo para
leer lentamente y terminó por arrancar la página para emprender el día con otra
hoja arrugada en la mano.
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