Pachamama (Sección "Lluvia de piedras")



Una gota, y tras ella otra y otra; y muchas gotas que terminan por formar un chubasco. Es entonces, sin apenas formarse un charco, cuando el petricor penetra hasta producir sueños, recuerdos y sensaciones frescas. Huele a tierra preñada. A aire limpio, a fin de asfixias, a frágiles esperanzas que se rompen en un instante ante una impotente humanidad que, en realidad, es minucia de la naturaleza, con ese ego alimentado de grandiosos espejismos y poco más.
La madre tierra sobrevive a las especies; dando a luz nuevas vidas y recogiendo en su seno cenizas, impresas por la lluvia, sin que haya hombre ni dios con poder real sobre ella. No hay más protagonista en esta larga historia; de la que la humanidad es solo testigo en parte de su memoria.
“Ahora te rendimos pleitesía y admiramos tu grandeza. Ahora que necesitamos de ti toda la fertilidad de tus entrañas. Ahora que esperamos la nueva cosecha…”. 
Tras el religioso, miles de seres vivos vegetales emiten un sordo chillido de terror.






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