LANCE TABÚ. PSICODELIA.
Tenía
algún conocimiento sobre los efectos del
consumo de psilocibina por su trabajo de
anestesista. Siempre le atrajo la idea de vivir en la psicodelia. La época
hippie fue un gran motor del arte
inspirado en la experiencia inducida por el consumo de drogas alucinógenas como el LSD. Aunque no
eran las drogas lo que le atraían. A Lucas le atraía este arte y su colorido.
Imaginarse formar parte de estampados estrambóticos o verse reflejado desnudo
haciendo sexo con su chico miles de veces, como si miles de espejos lo rodearan
al ritmo de una música psicodélica en ciclo hasta llegar a muerte súbita.
Tomás opositaba y eran pocas las horas que se
veían. Alguna vez Lucas le había comentado su sueño de estar juntos en estado
tántrico, de llegar al culmen. No quería estar es esta fantasía con su pareja,
quería formar parte de ella. Muchas veces su chico, siempre ojeroso y cansado
por tantas horas de estudio, le sonreía con desgana. Esas veces Lucas se
callaba. No quería aburrirlo con sus cosas. Así que en los momentos que podían
estar juntos, tenían sexo “convencional”, como él decía.
Sus vidas jóvenes y medio separadas seguían su
curso normal hasta que Lucas vio un video erótico… Una idea algo parecida a la
suya. Buscó en Internet un papel de pared psicodélico, colorido, extravagante.
También encontró unos azulejos de espejo que reflejaban varias veces la misma
imagen. Pensó en una cama redonda pero fracasó en el intento por las medidas.
Mandó a insonorizar la habitación de invitados. Alicataron la cabecera de la
cama. Empapelaron el resto. El techo lo recubrieron con espejos y colocaron una
lámpara led cromática.
Esperó el día adecuado e invitó a Tomás a
cenar. Bebieron unas cañas. Luego en la cena unas botellas de champán del caro.
Dejaron todo para recoger al día siguiente. Se recostaron en el sofá y se
besaron con pasión. A medida que sus lenguas se encontraban, se fueron
desnudando. Cuando la excitación era latente, Lucas tapó los ojos de su chico y
lo condujo a Psicodelia, expectante
de su reacción. Tomás se sorprendió al ver aquel mundo paralelo pero sonrió.
Parecía aceptarlo. Lucas puso una sesión de música psicodélica, encendió la
lámpara led y la puso en cambio cromático continuo rápido. Al oído le susurraba a Tomás que psicodélico
significaba manifestando el alma.
Empezó a mordisquearle desde la oreja hasta el cuello. Acarició desde sus
hombros hasta las palmas de sus manos. Se recostaron y dejaron correr su pasión
en la posición 69 a un ritmo frenético. Desbocados. En aquel cuadro lisérgico,
los sonidos se mezclaron y el escenario y la escena formaron parte de un todo.
Cayeron muertos, desnudos, sudados y Lucas creyó que felices también.
A la mañana siguiente encontró la cocina
recogida. El lavavajillas puesto y una nota en la nevera. “Lo siento, respeto
tu sueño pero esta no es mi paranoia. Sé feliz siempre”
Celia Sánchez
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