Fotografía original: Gabriela Carvias.
Retoques digitales : Psico Manz
“La
Sombra es la parte
inferior
de
la personalidad, la suma de todas las disposiciones psíquicas
personales
que
no son asumidas por la consciencia por su incompatibilidad con la
personalidad que predomina en nuestra psique. Estos contenidos
rechazados no desaparecen, y cuando cobran cierta autonomía se
constituyen en un agente antagonista del “yo”, que mina los
esfuerzos de éste. Lo
que aceptas te transforma, lo que niegas te somete” Calr Jung.
Estoy
en la terraza de esta casa, esta casa, que no reconozco para nada. Es
de noche y corre una ligera brisa, hoy ha hecho calor. No sé cuánto
tiempo llevo aquí, pero por el aspecto de esas plantas muertas debe
ser bastante tiempo. Hay una
jaula, dentro un amasijo de huesos, carne y plumas. ¡De quién es
esta casa! Hay bichos en los tallos podridos y en la tierra, los oigo
moverse. De noche puedo tomar el control, aunque no sepa qué día
es, dónde estoy, quién soy. De noche no me afecta tanto, no se
proyecta, camina enfadada por el techo, ella, La
Señorita
Sombra,
así se llama.
Sé que no soy yo, no es mi imagen lo que vi en el espejo.
La
primera vez que la vi me
tambaleé por el pasillo que lleva del baño al salón de la casa.
Que no se qué casa es. Llegué al espejo pero no era mi reflejo, era
ella y estaba de espaldas, se parecía
a mí, se dio la vuelta y me saludó, me tiró un beso desde el
espejo. Esa no era mi cara. Se me vienen nombres. Verónica, Beatriz,
Sara, Celia, Adela… No sé como me llamo. ¿Quien
soy yo? ,¿quién es ella?, ¿qué hago aquí? A lo mejor, estoy
muerta, muerta, no, aquí viene. Es como caer pero sigues de pie.
Mareos, dolor de cabeza, ya viene el día y con el día, ella. Estoy
sola y me maltrata.
Por
eso sé que no estoy muerta, siento dolor, un dolor inmenso, y rabia,
y es La Vida que viene a decirte que sigues aquí. Me tengo que
tumbar.
No
sé cuando como, cuándo duermo, cuándo
me aseo, ni mi aspecto. No puedo salir. La escalera que está antes
de la puerta da vértigo de veras. Y
si pongo un pie en el peldaño, Sombra
tira de mi ropa. Que no sé si es mi ropa. Las habitaciones me ponen
nerviosa. Más que ella, que
se parece a mi pero juro que no soy yo, ese ser tan oscuro… En la
casa hubo vida pero de quién, un dormitorio de matrimonio, una
habitación de niño, mausoleos, vacíos. Las
puertas se cierran y se abren solas, por eso prefiero el salón. Que
hagan su orquesta todo el día, yo solo temo ir al baño, ese espejo
no lo he podido tapar los
demás los cubro a diario, y
es imposible entrar y no mirar. Me atormenta.
Si
no voy también me llama. Estaba sentada en el sofá y mi cuerpo de
llenó de hormigas. Así que intenté usar el agua de la cocina, pero
allí era peor, había toda clase de insectos en la encimera, en la
comida, en el lavaplatos, en la nevera. Entonces
fui al baño y utilicé una esponja, era una esponja, pero en el
espejo había un estropajo, y me arañó toda la piel hasta hacerla
sangrar. No contenta con eso y entre risas, sacaba las pequeñas
hormigas de entre la uña y la carne mientras me clavaba el palillo
de naranjo que estaba usando, hasta hacer saltar todas mis uñas. Y
antes del desmayo por el dolor, le dije : !quién eres!
Nunca
contesta, no se qué quiere, pero
no me quiere aquí y yo no puedo salir, ¡quiero salir!, ¡quiero que
pare! Pero no lo consigo. Siempre
despierto en ese suelo frío, pensando en todo lo que me ha hecho, y
descubro que ya no ha hecho nada. Me está poniendo al límite, me
arrastra a la oscuridad de su delirio. ¿O es el mío?, ¿por favor,
quién soy yo?.
La
angustia me consume. Hay un móvil apagado, no
sabría a quién llamar. El
teléfono de la casa suena a veces pero no llego a cogerlo, tengo
mareo, mucho mareo y miedo. ¿Y
si es ella al otro lado de la línea, delirante y presta a que por
fin escuche su voz? Creo que si así fuera me
atraparía del todo. Aún me queda algo, no
estoy totalmente ida,
tengo que beber agua. Por suerte sí hay, pero
nada de comida, nada que se
pueda comer.
Creo
que he dormido muchas horas, pero tengo un reloj y él me dice que no
han sido tantas. Por lo menos es de noche. Solo susurra algo, ojalá
me dijera mi nombre. Si
camino a oscuras por la casa (es la mejor opción) me persigue
moviendo su saco de huesos por el techo de manera truculenta, hacen
un sonido horrible, gutural, como si se asfixiara, y así es, yo sé
que de noche no es La
Señorita Sombra,
no lo es, no le doy poder. Pero ella si lo tiene.
Voy
a la terraza y miro la noche
y la ciudad, qué ciudad, nada
me hace recordar. Y sin
pensar meto un gusano enorme en mi boca, que baja por mi garganta
produciendo una arcada. Quiero vomitar, y quiero que pare ya, pero el
espejo está en el baño y ella rompe la regla, porque ahora sale de
noche y mueve mi mano al
interruptor, pero no hay luz. Le grito entonces como puedo: ¡no te
veo!, ¡no te veo maldita! Ella saca el gusano por mi nariz y
después, después me saca un ojo, veo
esa cuenca vacía y quiero gritar pero no puedo.
Otra
vez al suelo.
Al
volver en mí he visto un niño corriendo, se ha metido en la
habitación. Cuando yo he
ido ya no estaba, y he sentido que iba a explotar, ¡quien es este
niño!, ¡quién soy! ¡Socorro!,
¡ayuda! Nadie me oye, tiemblo, sudo, tiemblo, sudo. ¡Bum!, ¡bum!,
¡bum! Avisa con tres golpes. Ya
está aquí, esta vez sí, estoy
llegando al salón y me falta el aire, y
entonces lo veo, está saliendo del espejo. Se acerca mientras caigo
al suelo, se ríe y su risa es un pájaro graznando. Sus
manos, que son como mis manos, pero no son mías rodean mi cuello. Y
mi lengua se amorata y mis ojos parecen salir de la órbita. Tengo
miedo pero quiero que acabe ya, no voy a luchar lo prometo. Me suelta
y se queda a mi lado.
Su
rostro cambia y es la imagen
de la pena, a mi lado mientras me sigo ahogando, ¡pero no me ayudas!
Miro a la mesa y todo
concuerda en el último momento. Veo
el pastillero y la nota, mientras la vida se me escapa…
“Tómate
esto muy en serio, es por tu bien
voy
a estar fuera más de un mes. Contesta
al
teléfono y llama a Label si hay problemas.
Te
quiero, Mary.
Adam.”
Adam
Knith encontró a su esposa retorcida con una mueca agónica, sucia,
desnutrida. La casa estaba
hecha un desastre y en una
esquina del salón había un dibujo tachado.
Él solo alcanzó a leer; “Señorita
Sombra”. La autopsia
reveló, colapso nervioso, pero sus médicos no
pudieron determinar a qué se debía el
anterior deterioro. Aaron Knith Sorrow estaba de campamento de
verano. Mary Sorrow murió sola, a la edad de treinta y siete años.
Gabriela
Carvias Suárez.
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