VISCERAL. TRAS LA CORTINA ROJA.
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Imagen
extraída de Culturacolectiva.com
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Se
hallaba paseando por los bellos parajes cerca de Buffalo Lake, en la
zona oeste, del Parque Nacional de Yellowstone, concretamente en la
zona perteneciente a Idaho. Jaya Morgan entendió hace tiempo que
acabaría en un lugar como aquel, porque ese era su sueño, hacer
grandes cosas, pero fue auténtica suerte que fuese en esas
condiciones, para tratar a los guardias del parque, como su
terapeuta, veinte desde que ella llegase hace unas semanas, trece en
estos momentos. En esa zona del parque, estaban apareciendo cadáveres
de una forma peculiar y todos estaban bastante alborotados. Era
menuda pero fuerte y muy inteligente, solo tenía como todos los
demás secretos que ocultar.
Debió
ser el aire de la montaña o quizás fuese un exceso de hierro, quien
sabe, a Jaya le sobrevino un mareo. Se recostó en una piedra grande
cerca de la cabaña que estaba ocupando “Buffalo Cabin”, y se
desmoronó. Un sin fin de recuerdos vinieron a su mente, que
realmente no podía situarlos, se le estaría yendo de las manos…
Twin
Falls, Idaho, su localidad natal, su docto padre el psiquiatra Norman
Morgan, y sus doctas lecciones, realmente admirables, tiene
diecisiete años. Pero papá la ha estado observando desde niña y
sabe que Jaya es muy lista. Ya sabe lo que es, pero aún lo deja ver.
Y debe esconderlo, él sabe como hacerlo, de ahí sus lecciones, Jaya
está diagnosticada pero no perdida, desde que se escondía en la
oscuridad para torturar alimañas de niña. Siempre hay una razón,
en su caso instinto animal, curiosidad, nada de empatía...
-Jaya,
sé inteligente, esconde tu vida y tus emociones, solo debes imitar,
para no levantar sospechas, nada de personajes, ni de grandes hazañas
o se te irá de las manos sin que te des cuenta.
-Lo
sé, señor.
-No
me convence, aún modulas la voz, se te nota demasiado, ¡demasiado!
-Lo
volveré a estudiar…(Jaya admira a su padre realmente cree que la
va a salvar)
-Ya
no es ese nuestro problema niña. No soy el único que ve cosas y tu
madre está planeando internarte, debes elegir o tú o ella.
Ahora
está en el sótano, lleno de plástico, donde había enseñado a su
hija a crear, a dar rienda suelta a sus impulsos para luego frenar a
su antojo. Su pequeña cobaya. Primero con piezas grandes de carne,
luego con presas vivas, <<busca tu técnica>>.
Abajo
una Catherine muerta de miedo y Jaya la mira sin expresión, pero
siente algo parecido al dolor, carnal, de lobo herido, solitario. Le
da dos puñetazos en la cara, luego una patada que hace brotar la
sangre rojo, brillante, y le asesta cuatro puñaladas certeras en el
pecho casi en el mismo hueco. Esa es toda su expresión, se lamenta,
<<quiero ser normal>>. Pero nunca lo será.
Su
casa quedó reducida a cenizas y un horrible “accidente” azotó a
su familia (todo obra de su padre claro). Ella marchó y estudió, el
plan de estudios establecido y el propio, como comportarse, como
embaucar, como pasar desapercibida... Al volver, sentía necesidades,
reales, de sentir, inconmensurables, “fagocitantes”…Era
imposible, pero a esas alturas imitaba tan bien las emociones que a
veces se creía que las tenía.
-Eh,
¿Doctora Morgan?
-¿Si?
Levantó rápida y cómicamente la cabeza.
-Soy
Michael su cita de última hora…
-Si,
bien, pase al despacho, voy enseguida…
-¿Se
encuentra bien? Puedo llevarla estamos cerca…
-No,
no se preocupe.
Entraron
en la sala improvisada en una de las estancias de la cabaña, y
Michael tomó asiento, como otras veces, retorciendo su gorra y
mirando alrededor. Era uno de los pocos guardias del parque que se
atrevía a hablar de lo ocurrido, o por lo menos a conjeturar. Los
demás iban a mirar su cara o a pedir un traslado urgente. Pobre
gente, pobre gente.
-Bien,
Michael, cuéntame.
-Verá,
creo que voy a pedir un traslado, algunos compañeros también lo
están pensando. ¡Es de locos, siete guardias, siete en cuantas
semanas!
-Cálmate
Michael, no ha habido más accidentes.
-Usted
no es de aquí y no lo entiende…
-Soy
de Twin Falls, no queda tan lejos, ¿no te estarás refiriendo a la
“zona muerte”?
-Puede
ser, y me pega que quiera matar guardias.
-Y
esa persona o personas, ¿entran y salen o viven en el parque?
-No
lo sé…
-No
pueden, a menos que tengan predilección por esta zona. ¿Porqué
aquí? (Y ella lo sabía de sobra pero le encantaba jugar y quería
oírselo decir)
-Porque
si matas a quien sea en esta zona no pueden juzgarte doctora.
-Esa
es tu teoría final entonces…
-No.
No del todo...Creo que este sitio está maldito, no es casualidad que
se olvidaran de censar personas para que no pudiese haber juicio ni
jurado. Los Shoshone, vivían por aquí y hablaban de unas bestias
caníbales…
-Para,
Michael, ¿crees que hay una maldición Shoshone aquí? Tal vez si
debas descansar. No entiendo a los animales ni su comportamiento pero
deben haber sido bestias grandes, no creo que hayan sido personas ni
espíritus del bosque. Sabes como han quedado los cadáveres, hechos
trizas. No pienses demasiado, hemos terminado, te veré antes de tu
próxima guardia.
Michael
salió como una exhalación a su cabaña. Y Jaya satisfecha, pensó
en lo que estaría contando, ¡los enormes “Tsawhawbitts” nos
atacan!, gigantes caníbales inventados por nativos americanos...
palurdo, no se acercaron jamás a esta zona y además no hubo
conflicto por las tierras. Ay “Guardias de América”, rió a
carcajadas. Que sigan creyendo eso, perfecto.
Pero
ésta noche le espera otra cruzada, están en el puesto de guardia
Paul y John, si cabe aún más miedoso que el gran Michael, y dos
trastadas bastan para ponerlos en alerta, un chasquido de rama, una
piedra pequeña. Como dos tontos tras el puesto de guardia, espalda
con espalda, esperando al gran monstruo. Y en efecto hay un monstruo
que lo tiene bien calculado, sabe lo que quiere y va a lograrlo…
Salta
sobre Paul un pequeño “demonio negro”, que le hace trizas la
cara con una especie de garras. John ya está corriendo, y en su nuca
siente un golpe seco. Su cabeza sale por el aire mientras “el
demonio” se lo está comiendo, solo su corazón, hace pedazos el
resto.
Paul
chilla, literalmente, chilla pero su voz es acallada por las
cuchillas, eso eran. En un rato solo quedan rastros. Los restos son
rápidamente trasladados al lago. <<El bosque guarda el eco, el
bosque guarda mi secreto, que empiecen los cuentos de maldiciones>>.
Su corazón arrebatado no puede ser calmado y Jaya se come otros dos
guardias, tiene la esperanza de sentir algo al comer sus corazones.
Es retorcido, pero no sabe amar, solo quiere convencer a papá, ella
puede hacerlo. Al despuntar el alba su silueta aguarda a oscuras,
llena de sangre, sus manos enguantadas con esas cuchillas, se
descontrola y empieza a oír cosas que no existen, pero que sabe que
Norman le querría decir...
Los
siguientes días son de tensión incontrolable, Jaya, habla sola a
veces, siempre la escucha Michael,es el más próximo a ella, el
único que aún va a consulta. Llega a esa conclusión después de
haberla oído varias veces hablar desde la cabaña (donde no hay
cobertura) con su padre. Solo que Jaya habla como los dos, como ella
y como Norman, a Michael le está costando entender la historia, pero
lo achaca al estrés, debe ser duro tratar gente así, ¿tal vez?
-Te
estas descuidando, Jaya te lo dije, se te irá de las manos.
-¡Calmate
Norman! Lo he echo como me enseñaste.
-Ten
más respeto soy tu padre.
-Y
tu confía en mí, para variar.
-¡Te
dije que no hicieras nada grande!
-¿No
puedo verdad? ¿Crees que no?
Michael
toca a la puerta y se encuentra a una doctora Morgan, calmada y
discreta, en dos segundos, su consulta es en apariencia normal pero
algo no cuadra. Michael se marcha desconcertado a su cabaña.
La
“Doctora Muerte” en la “zona muerte” sigue matando, pero en
silencio; golpea, arrastra, come y mata. Está algo preocupada así
que se reprime aún más. Qué crueldad. Hasta un total de siete, su
número de la suerte. En el ambiente hay desconcierto, mientras
entran guardias nuevos, no encuentran los otros cuerpos, y Jaya se
plantea acabar para empezar de nuevo. Esta vez, más controlado, más,
planificado. Control de todo, sin sobresaltos, así es todo una
chapuza. Debe ser su obra maestra. Así que solo quedan dos.
Michael y Joe su compañero
hacen guardia esa noche. Jaya se empeña en imitar criaturas del
bosque, como un animal, visceral, con ansias de matar, con deseo
sexual, se lanza sin distraer a Michael (gran error) sobre su
compañero Joe.
Es
la primera vez, que la ven en acción y eso le crea excitación,
mientras destroza a Joe con fervor, va comiendo de su corazón
saboreando cada pedazo, regodeándose y clavando las cuchillas en la
carne. Ese baile funesto lo presencia Michael con cara de horror, y
suelta su rifle, aún cree que ella es humana y que va a ceder. Se
acerca temblando como si de un “Tsawhawbitt” de los Shoshone se
tratase…
-Doctora…
-¡Jumm!
Lo mira y sonríe y sigue comiendo.
-Doctora
¡usted! ¡Necesita ayuda!
-Jaya
se limpia la boca y se pone en pie. ¿Tu crees? ¿Sabes donde estamos
no?
Se
acerca a él y le araña la cara, lo empuja y sale corriendo para
perderse en la nada.
EPÍLOGO
No
hicieron falta muchos días, los encontraron a todos, los restos y
los pequeños fallos, pero realmente nada se podía hacer, la
jurisdicción y la legislación estaban claras. Si un crimen se
comete en la zona de Yellowstone que pertenece a Idaho, al no haber
nadie censado, no se puede formar un jurado ni ser juzgado. La zona,
sigue muy vigilada incluso en la entrada de Bechler.
La
cabaña de la “Doctora Muerte” se clausuró pero algo que dejó
olvidado en un armario, un crimen que no se cometió en Yellowstone,
la persigue aún. Por ese crimen sigue siendo una de las más
buscadas de América, su padre, casi momificado, con un pica hielos
aún el la cavidad del ojo sujetando una nota:
HARÉ
ALGO GRANDE Y SERÉ RECORDADA, HARÉ GRANDES COSAS, PADRE.
Gabriela Carvias Suárez.
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