Niños de Porcelana. Contraverso


Una semilla está intentando colarse
por las grietas de la civilización:
la carretera grita porque le duele.
El lodo baila en el fondo del embalse,
una suave brisa aspira a ser tifón
porque, si se trata de poder, se puede.
Tristes gallinas de la autopista, pobres
Wallys” perdidos, muerta la antipoesía
por recursos estilisticos urbanos.
El arte callejero es como un gran odre
lleno de oro que difumina autovías,
revivir lo que nos queda de inhumanos
en un paisaje que le dicen “transformado”.
Dos sombras sentadas en lo alto de un muro
-¡Esas jodidas parejitas modernas!
Como semilla, nunca las he envidiado-
dice la semilla encerrada en su zulo
-lo mismo que no aspiro a tener dos piernas
sino a ser un peludo rabo de gato-.
Pero bueno, en otro orden de las cosas,
(recapitulando) el lodo artificial
aún se pregunta en qué momento ocurrió
que el color de nuestra carne fuera el rosa
-¿será porque nos quisimos modernizar?
No me importa, tampoco soy humano ¿no?
¡Cómo Filomela! ¡Todito marrón
y orgulloso de ello!- reflexiona el barro.
Nos han plantado rosas en la glorieta
pero ella ya era una rosa. La intención
del agua marina es provocarles sarro
a los barcos que duermen cerca de la Isleta,
la brisa le ayudará a extender la roja
afección hasta otras islas, y a la rotonda
le saldrán pétalos, concha de caracol.
El viento es mudo pero va arrastrando hojas,
pajullos, papeles y conchas redondas
que se arremolinan bajo el ardiente Sol.
Así, el ser humano civilizado
(mercantil, heterosexual y occidental)
cortó el rabo de gato, cerró los ríos
y erigió muros mucho más elevados,
pero jamás consiguió el agua controlar,
líquido intempestuoso, bárbaro y frío;
no encerró el vuelo de las semillas blancas,
verdes, rojas, negras... Rompiendo el asfalto
sin músculos, ni huesos, ni pensamientos;
el viento formó olas en charcos estancos
y atravesó sin dificultad los altos
castillos para jugar en sus adentros
con niños de porcelana.


(fuente: https://www.revistadearte.com)

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