La hora de las verdades - Contraverso
Primero,
el cuerpo del barro,
de
un rayo, de un escultor ¡qué sé
yo!
Así nació la existencia,
de
las pestes a los catarros.
Y,
por ahora, de lo que se ve
se
separó entre mito y ciencia,
de
la material percepción.
Así
fuimos dueños del lodo
y
pusimos precios alrededor.
De
costilla a revolución.
Para
ser los dueños de todo
encuadramos
el espacio exterior
en
constelaciones. Gran asco
todo
lo que no es geométrico,
lo
que nunca se dejó encerrar
en
celdas. No quisieron cascos
ni
pisos en sitios céntricos,
no
quisieron navegar la mar
-o
“el mar”- por no romper sus luces,
todos
ellos fueron destruidos.
Son
cañones contra machetes.
Luego
plantaron otras cruces,
en
ellas afilaron filos,
hundieron
barcos con sus fletes.
Esos
ya no éramos nosotros:
de
ahí la tercera persona,
hallamos
otros pensamientos,
y
ahí estaban, mudos, otros,
y
la cosa ya iba por zonas,
algunas
fuera, otros dentro,
entonces
vino la implosión
¡se
separó el alma del hueso
y
la cabeza del corazón!
La
razón perdió la razón,
las
tripas perdieron su peso
tomando
cualquier decisión.
Y
ahora que no tenemos nada,
y
ahora que ya ellos nada tienen,
¿qué
es lo que nos queda por hacer?
Nuestras
cabezas desgajadas
de
sus cuerpos ¿a qué le temen?
Total,
ya es ilegal temer.
Por
eso abrazamos el lodo,
nos
recontamos las costillas,
descubrimos
que somos hambre
de
cabezas, brazos y codos,
por
eso recorrimos millas
y
cambiamos para que cambie
nuestra
vital dislocación.
Por
ello nos llamaron locos,
por
no dormir siempre dentro
de
una vacía habitación,
además,
éramos pocos.
Bailan
periferias con centros,
llegó
la hora de las verdades.
(fuente: http://entreparentesis.org/la-herencia-del-colonialismo/)
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