Imagen extraída de @debate.com.mx
La pantalla no dejaba de iluminarse con luces rojas, un mapa
plagado de puntitos que anunciaban un nuevo caso, parecían ventanas que se
apagaban y se encendían en un skyline nocturno. Era el caso más estúpido al que
se había enfrentado, y no daban abasto, las autoridades sanitarias estaban
desbordadas.
Se atentaba contra la salud de las propias víctimas que a su
vez eran también los verdugos, y buscar los culpables intelectuales de la ola
de sucesos, era grotescamente irónico dada la naturaleza del “delito”, bastaba
la voluntad de hacerlo, la voluntad estúpida de perpetrar un sin sentido contra
la salud pública. El Ministro de Sanidad tuvo que retirarse de la rueda de
prensa dada la magnitud del problema, se escuchaba así mismo y no pudo reprimir
el llanto y la risa, en una mueca patética que quedaría para los anales de la
historia, pero resumía sin lugar a dudas el momento que se vivía.
Buscaban pistas, se acumulaban archivos y archivos repletos
de legajos, pero se seguían sucediendo los casos, el nuevo reto viral era
comerse capsulas de detergente, y los verdugos y víctimas no dejaban de
desarrollar su “creatividad” con el macabro y absurdo asunto de ingerir las
malditas capsulas…
Se seguían iluminando las luces reflejadas en las gafas de
la Inspectora Vega, su compañero le trajo su café negro con dos cucharadas de azúcar.
Empezó a revolver su primer café del día, sin apartar la vista del mapa de la vergüenza.
-La estupidez humana acabará con el mundo.
Una última luz roja se ilumino en el panel, marcaba su casa,
su pequeña había regresado del instituto.
Adolfo Ibáñez-Batista
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