Inclemente (Sección "Lluvia de piedras")



      La lluvia empezó por mojar la alfombra crujiente hasta convertirla en un fango ocre y baboso. Tapó alcantarillas, desagües y barrancos para correr con mayor libertad, y reinó violentamente. La fuerza de la naturaleza se mostraba dulce y asesina, vestida de un elemento primordial para la vida. Todo el mundo pareció alegrarse de que, por fin, llegase la lluvia. Pero algo cambió durante aquellos cuarenta días: Realmente, nadie se planteaba al principio lo angustioso que es morir ahogado. Los mejores profetas, casi todos, quedaron en total silencio asfixiados por sus propias palabras.




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