Imagen extraída de @hispantv.com
Estaban en filas, ordenados por; tiempo, peso y medidas, dependiendo de lo que
buscará el comprador. La mercancía estaba lista para su uso, incluso se hacían subastas
donde poder encontrar los mejores
productos.
Estaban empaquetados con cordeles o cuerdas, los cordeles o
cuerdas ataban pies y manos, los “productos”
no siempre llegaban en las mejores condiciones, “cosas del transporte” decían encogiéndose
de hombros los encargados del horrible mercado, si lo que se vendía en Trípoli
eran seres humanos, tuvieron que llegar las fotos para que los gobiernos del
continente africano pusieran el grito en el cielo. Pedían ayuda a Naciones Unidas, por cosas de la
globalización el llamado primer mundo andaba enfrascado buscando gangas en
tecnología.
En Trípoli las imágenes recordaban que el mundo seguía siendo
un lugar macabro, donde el hombre era cazado por el hombre, donde la humanidad
se ponía en venta a cambio de mano de obra, el Black Friday humano ponía en
relieve una realidad de hacía años, un mundo conmovido más por las ofertas del
producto que por el propio producto, y su verdadero coste, este ordenador en el
cual escriben sus mordaces artículos los chupatintas, y algún pretencioso
escritor después de un frugal desayuno, los teléfonos “inteligentes” que
permiten que leas cariacontecido este relato…
¿Cuántas manos esclavas habrán sido necesarias?
Adolfo Ibáñez-Batista
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