Frustración onírica. Contraverso.

Mis pestañas tocaban las nubes:
algunos versos valen por todos
los demás, hay que exprimir sus ubres
y mezclar la leche con el lodo.
Así es como la realidad sube
a otro nivel, doblando los recodos
de lo material. Ojos durmientes
desvelados por la luz nocturna,
por recuerdos de rostros sonrientes,
falsos personajes que se turnan
en el vals onírico por gente
mediocre, diaria, material, diurna.
Mis imposibles autoevidentes.
En balde el sueño se contamina
con la luz que entra por la ventana,
difuminada por la cortina
y cortada en rectas por la persiana.
Su melena larga, débil, fina,
no me despierta. Y al poco emana
un verso, que se pudrirá por siempre,
porque mi demonio Contraverso
no quiere que nadie lo contemple.
Así en el sueño me tiene inmerso,
en un sueño de nevado temple:
el verso que vale por los demás
se quedará nuevamente oculto,
será una puñalada por detrás,
una traición, un insulto,
¿la razón de mi locura, quizás?
Se esconde, cobarde, en tumultos
de libretas. Aspiro a un poco más,
quiero levantarme de la cama
y escribirlo. No puedo. Es frustrante
pero el país de los sueños llama.
No puedo escribir, tengo delante
el poema perfecto ¡arde, se inflama,
sigo durmiendo! ¡Quiero despertar!
Quiero escribir sus montes, retamas,
poner pestañas al cielo y a la mar,
poner canarios verdes en ramas,
se termina y no lo voy a recordar...
¡Quiero poner peces en escamas,
echar mis pestañas al hondo mar!


Daniel Ramos

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