Imágen extraída de todofondopantalla.com
Olisqueó alzando un poco su mirada, pero el resto de la
familia permaneció tranquila, los párpados le caían densos sobre sus ojos
cansados, cayó en un sueño profundo, pero al poco tiempo el olor fue a un más
persistente, confundido vio que en el salón ya no había nadie, corrió hacia la
cocina, por las habitaciones, y regreso al salón, miró al techo y lo vio
envuelto en llamas, el mismo amenazaba en desprenderse, se había convertido en
una amenaza envuelta en llamas, hizo un recorrido visual y vio una ventana
abierta, salto sin pensárselo dos veces, y desde la misma solo unos dos metros
lo separaban del suelo.
No había nadie, el bosque donde solía jugar se había
convertido en el recreo de las llamas, sintió un calor que jamás había sentido,
corrió sin rumbo, siempre en dirección contraria al viento y al fuego, los
olores se mezclaban, olía a carne quemada, muchos de los pájaros volaban
desconcertados, oyó sirenas a lo lejos, desde el aire un helicóptero bombardeaba
el paraje de agua.
Corrió en medio de la desesperación, por primera vez había
olido la muerte, y supuso una figura que yacía en el suelo envuelto en brazos
gigantes naranjas y amarillos. No recordó el tiempo que estuvo corriendo, si
los paisajes, el agua que caía del cielo que se evaporaba al contacto con los
dedos ardientes de la gigantesca hoguera, al pie de carretera, advirtió unos
hombres envueltos en cenizas, uno de ellos corrió raudo a su encuentro,
llamaron a otros hombres, y de repente se vio en el asiento de atrás de un
coche cubierto por una toalla.
Por fin al salir del coche, advirtió otros olores. Olores a
vida, a comida, a agua fresca, paso la noche rodeado de atenciones y amigos,
que con los ojos a su manera recordaron lo vivido, de repente una puerta se
abrió y volvió a contemplar a su familia, lo abrazo la mujer buena su mama
humana, el hombre bueno su papa humano, y la niña de sus juegos, su hermana
pequeña, Pitaiti le lamió toda la cara y -a su manera- mientras le seco las
lágrimas a lengüetazos, con los ojos, le dijo en ese lenguaje propio solo de
niños y animales puros, “solo ha sido un mal sueño, hermanita”.
Dedicado a todas aquellas personas que combaten el fuego, a
todos esos voluntarios que se ocupan en que esos entrañables peludos que hablan
con los ojos vuelvan con sus familias.
Adolfo Ibáñez-Batista
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