Contraverso. Nuestro Reino
Todos
hemos visto nuestro reino en ruinas,
sigo
buscando mis naves atenienses,
buscando
a quien, como yo, se sienta y piense,
buscando
el oro y la plata de esta mina
vacía,
aunque a decir verdad me siento
como
si me hubieran dedicado un canto
en
los dientes, pero yo resisto, lo aguanto,
me
voy a enfrentar al viento en barlovento.
Se
me ha metido la humedad en el cuerpo
y
temblando están mis veinticuatro costillas,
en
el bosque negro la oscuridad brilla
y
hasta lo más fantasioso parece cierto,
me
postro ante el esqueleto de un conejo,
siempre
habrá alguien que es más desgraciado que tú
¿cuando
estás ciego para qué quieres la luz?
La
lluvia nueva va arrasando lo viejo.
Por
los muros cae un torrente de agua verde,
yo,
que soy pintor de palabras, lo pinto
más
en el camino siempre me dejo un quinto
de
su esencia. Por entre muros se pierde
esta
oleada de agua, como miel derretida
que
va mojando a los tortuosos gusanos,
y
los árboles recogen con sus manos
el
cristal dorado que les da la vida,
y
baja aún más, haciendo charcos y cuñas
en
la turba negra, que come monedas
oxidadas.
Anda la tierra veredas
y
se autoconoce clavando las uñas
en
el basalto, llora ríos de arena
de
la que sobresalen dedos traviesos,
caracoles,
polillas, muertos y besos,
los
cerebros secos y las manos llenas.
Nació
ahora una galaxia plena en brisas,
el
espacio nunca fue más espacioso
y
los astros juegan a los dados, ociosos,
con
los fragmentos de un planeta, ya hecho trizas,
se
inflama y llega, montando a caballo, el fuego,
hace
cenizas las hojas del cuaderno
y
poco a poco se le van viendo los cuernos,
el
humo se desenrolla como un pliego
de
papel, palabras ígneas, imborrables,
mi
reino ardiendo para hacer uno nuevo,
llamas
limpiando el terreno para luego
volver
al ciclo, eterno e interminable.
Todos
hemos roto nuestro propio reino
por
unos minutos de pura libertad,
desatando
elementos de la realidad
en el empeño.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Caspar_David_Friedrich_-_Klosterruine_Eldena_(ca.1825).jpg
Caspar David Fiedrich, Las ruinas de Eldena
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