Imagen extraída de Zedge.
Había decidido pasar las vacaciones en una isla, alejarse de
las noticias, que hablaban siempre de cosas frías, de cosas sin vida, de cosas
crudas.
En su vida trataba de resumir los titulares todo el año,
esos titulares fríos, sin vida, crudos. Pero era inevitable escribir, así que
al caer la noche después de los paseos por la orilla de la playa, y de las
horas de lectura a las novelas que tenía a medio leer, se ponía delante de su
ordenador, para escribir relatos, no le costó mucho publicarlo en uno de los periódicos
locales de la isla.
Escribió sobre amores de verano, sobre amores eternos, sobre
cosas más amables de ser contadas, más cálidas, más de vida, más frescos.
Tocaba el último baño, y decidió hacerlo con la caída del sol, se dejó abrazar
por el Atlántico, mientras observaba como el sol del último día del verano se
iba despidiendo, y se iba oscureciendo todo. Menciono: “Hasta el próximo verano,
mis relatos frescos”
Adolfo Ibáñez-Batista
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