Escucha a la Luna (Sección "Lluvia de piedras")

Imagen tomada de thingslveneversent.tumblr.com/

Hablaba más que una planta de naranja-lima. Siempre tenía algo que decir: palabras suaves como la más fina arena; o duras, toscas, como auténticas pedradas que golpean el alma.
Sus estallidos, que parecían llenos de la rabia de los dioses y arrasaban tierras y mares, fueron maldecidos y murieron plasmados en ocultos rincones de los libros de historia, donde parecían cada vez más lejanos. Los escribientes, y los lectores, primero quisieron olvidar esos dantescos acontecimientos y después aprendieron a justificarlos con estudios científicos, como si así se resguardaran de todo mal.
Solo cuando maduró, miles de años después, aprendió el valor del silencio. Pero, por el dolor del castigo diario, nunca pudo evitar retorcerse hasta vomitar el fuego de sus entrañas. Entonces y solo entonces, los seres menos evolucionados, creían que las piedras no tenían vida y que la tierra podía ser repartida y cada vez más y más exprimida, como si fuera inagotable.
Algunos pensaron que el planeta les sobreviviría. Hay quien decía que lo haría heroicamente; mientras unos pocos se lamentaban afirmando que quedaría tristemente envejecido y ya nunca se repoblaría. Todos ellos eran conscientes de que la Tierra superaba las peores batallas y no había ser conocido que la sometiera, que la dominara… Por ese entonces ya no se podía encontrar quién supiera escucharla. Lo que vino después no fue tarea fácil, pero lo conseguimos.
De tal forma, como todos sabemos, hoy la Tierra es inhabitable. Por eso se ve que arde una gran parte y no se diferencian océanos y continentes. Se sabe que una densa nube radioactiva la recorre y la convierte en un infierno dónde no cabe la especie humana ni tantas otras de aquellas que un día la poblaron. Hace mucho que no hay agua potable y su aire es irrespirable, ni siquiera existe la mayoría de la antigua vegetación que conocimos. De milagro se mantiene la rotación planetaria.
Por eso hay que cuidar a la Luna, que hoy acoge a esta pequeña colonia formada por los restos de aquella destructiva humanidad. Solo nos queda recordar bien esta importante lección y, a partir de ahora, respetar el suelo que pisamos y estar siempre muy atentos a la voz de la Luna.
  






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