Lluvia de piedras: Día y noche

 
– Buenos días. – Articuló con dificultad, mientras se estiraba en la cama.
Paró el mundo unos segundos ya sentado. Después, caminó hacia la ducha y disfrutó sollozando con la caricia del agua tibia.

*****
– Buenos días. – Repitió al entrar en la cocina. Tampoco hubo respuesta. Su corazón estaba destrozado.

***
– Buenas noches.
– Buenas noches.
Suspiró y cerró los ojos lentamente, abatidos por el cansancio.

*

Volvió a abrir los ojos y alargó su cuerpo costosamente más allá de la cama.
– Buenos días…

Por
Pedro González Cánovas

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