Callejeando Suburbalia 2: A propósito del suburbio.
Azul conocía cada calle del horizonte que contemplaba, las
calles angostas donde se congregaban los consumidores del arte, apartándose a
un lado u otro, los callejones repletos de locales nocturnos, las avenidas
amplias del Distrito 0, donde a cada lado se arremolinaban las tertulias
literarias. Conocía incluso los pasillos subterráneos que comunicaban todo el
gran suburbio.
Ella en esencia era la viajera constante de Suburbalia,
conocía cada nuevo rincón que se habitaba, a los artistas que consumían su vida
al borde de cada suspiro, a los mercenarios del arte haciendo contrabando extra
muros del suburbio. Ella callejeaba una y otra vez los contornos del lugar del
arte, con la familiaridad propia de quien lleva toda una vida en el mismo
panorama, en el panorama siempre cambiante de Suburbalia.
Porque como ella misma siempre decía: “A Suburbalia no le
nacen calles, le nacen sueños”, la periferia a Distrito 0 eran casas de colores
vivos, que poco a poco se construían sin más orden que los deseos de los nuevos
propietarios, y en cada nuevo paso iba descubriendo las novedades en los
contornos del suburbio de suburbios.
Iba de una casa a otra. Un escritor necesitaba la ayuda de
un corrector, entonces caminaba desde los campos del diente de león hasta los
callejones de la inspiración, tal vez un pintor necesitaba llevar unos cuadros
desde Distrito 0 hasta el barrio de la Creación.
Y así danzaba la pequeña -pero nada discreta Azul- con su
pelo azul en la coronilla y su cabeza rapada, con su cuerpo esbelto y menudo,
fibroso y nutritivo, danzarina constante de las calles del suburbio de las
artes, suspiro largamente era feliz de vivir en ese lugar, ser parte de su
respiración, convivir las 24 horas al día los 365 días del año con el arte, con
el arte para todos, con el arte contestatario al arte elitista, con el arte por
el arte, con el arte de verdad.
Se levantó, sacudió sus tejanos del polvo, y comenzó a andar
nuevamente al suburbio, mil nuevas aventuras le esperaban.
Adolfo Ibáñez-Batista.
Fuente: zorro-rojo.blogspot.com |
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