LANCE TABÚ. PERCUTIDA MAQUIAVÉLICA



Como cada tarde después del trabajo, se daba una ducha, comía algo e iba al local de ensayo. Nada más llegar encendía las luces y al fondo un gran un póster de la carátula del “Hybrid Theory” de Linking Park daba la bienvenida. Entre el póster y su mirada… ella, su niña. Una batería que había comprado el grupo con el dinero de algunos bolos. El metal de los platillos brillaba. La tenía muy mimada. Muy bien cuidada. Como un ritual abría su estuche de baquetas, lo ponía sobre una banqueta a la izquierda, tomaba asiento. Durante unos minutos la miraba. Cuidaba las distancias. Calentaba sus muñecas y dedos con unos ejercicios sencillos. Tomaba las baquetas. Colocaba sus pies en los pedales. Giraba su cuello y hombros hasta estar cómodo. Comenzaba la sesión. Ejercicios monótonos para ir calentando. Como broche después de cada ensayo ponía alguna canción de metal y acompañaba a la batería. Esto último le daba vida. Salía con las pilas recargadas.
Una tarde al salir del ensayo vio a otro músico con una chica. Salían del local de ensayo contiguo. Cruzaron miradas y una sonrisa. Ella iba de morros. No le gustó. El local de ensayo era sagrado para él. 
 
Un par de tardes después de un ensayo general con la banda se encontraba en trance. Totalmente concentrado en la melodía percutida. Ensayando algunos pasajes que quería perfeccionar. Después de un largo rato se percató de su mirada. Era la chica que había visto la semana anterior salir del local de al lado.

-¿Llevas mucho ahí? Disculpa no me había dado cuenta- dijo sorprendido. Se sintió avergonzado. Estaba sudando y sin camiseta. Cogió una toalla para secarse el sudor.
-¡Qué nivel! ¿No?
- Más bien no. Hace falta mucho ensayo todavía.- contestó riéndose, lo que provocó la risa de la chica.
-¿Me dejas probarla?

Él se levantó e hizo un gesto para ofrecerle las baquetas. Ella se sentó sin tanta parcimonia e interpretó la sesión más perfecta que había escuchado en directo. Superior a todos los compañeros bateras que conocía. Era una crack. Se quedó sin palabras. La miró ensimismado mientras le sonreía. Su “niña” y una chica batera en su mismo local. Hablaron largo rato. Se entendieron. Se besaron con timidez. Se encontraron sus lenguas. Él cortó el rollo. No en su local de ensayo. Ella contestó que vale, pero que tenía la llave del local de ensayo de al lado. Local de una banda rival para él y para ella, la banda que ni siquiera le había hecho la prueba para baterista por ser una chica. Maquiavélico. 
 
Cerró todo y entraron en el otro local. Desnudaron sus torsos. Se buscaron en la oscuridad. Ella le quitó el pantalón y luego se dejó quitar el suyo. Pusieron la toalla en la banqueta de la batería. Se sentó él y sobre él, ella. Cabalgaron. Se mordieron con rabia. Percutieron de manera salvaje. 
 

Celia Sánchez









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