CONTRAVERSO. La chabola
Como
el remo, la asada
pesca
azúcar en el mar,
hundiendo
en el agua fría,
marina
y congelada
vapores
al despertar.
Entre
tuneras se cría
la
madera de la chabola
carcomida
y arruinada,
según
creo, porque vivía
entre
las espinas ella sola.
La
madera delgada
deja
entrever un colchón,
por
si la noche quería
besar
con revolución
y
no encontraba cama,
y
a juzgar por la botella
noche
también derrama
todas
sus penas en ella,
y
son como el vodka azulado,
de
un color blues esperanza.
Pero
como el tiempo, todo pasa,
hasta
la chabola ha cambiado,
todo
en la Tierra es mudanza,
y
en el cielo espacio anaeróbico,
no
hay destino, no hay sino, no hay hado:
se
ve en el devenir histórico
materialidad
y realismo
de
la madera blanca y podrida
con
agujeros de gusano,
con
juicios y otros apriorismos.
Crece
frente al mar un manzano,
sus
manzanas son cargas de vida
que
van al oceánico abismo
siguiendo
intereses mundanos,
la
chabola solo observa,
han
salido menos que de costumbre
navegando
esta mañana,
y
en la oscuridad de la selva
crecen
frutales con sus gusanos
por
troncos, y corteza de herrumbre,
tocones
con barbacanas,
cables
de telefonía
colgando
como lianas
y
manos que tocan puertas dormidas,
resecas,
con muchas canas.
Tal
y como una ordalía,
la
noche está esperando estrellas caídas
del
cielo con gran violencia,
como
una luz que duele en el cielo del ojo
se
apaga ante la chabola oscura,
que
se decida lo que se decida
las
manzanas siguen flotando en un mar rojo
y
la impotente y vieja ciencia
de
los verbos no encuentra la cura,
mientras
una borrada estructura
(¿estructura
dije? Quise decir despojos)
conspira
desde el suelo y murmura
secretos
de la evidencia;
cuando
nos enamoramos de la flor
acabamos
por cortarla,
habla
la vil experiencia
de
que su frescura, aroma y candor
suele
invitar a matarla,
y
dejar que se la traguen las olas...
Como
la noche, el vodka, el colchón,
el
blues, las manzanas y las estrellas,
como
el cangrejo ermitaño en rebelión
que
defiende la última caracola
del
mundo, justo por eso la más bella;
y
valiendo la pena la insurrección
del
que ha tenido poco y ha luchado por tanto,
que,
rodeada por los pétalos de los cantos,
se
despida del suelo la chabola.
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