TE COMPRO UN RIÑÓN. RELATOS CRUDOS 24.
Imagen extraída de @asombrado.com.br
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El conferenciante no dejaba de tener cierto aíre siniestro,
tal vez, la tenue luz del salón de actos para facilitar ver las diapositivas
que engrandecían su sombra, alargada,
que se proyectaba hasta los primeros asientos de un público que miraba absorto,
en una mezcla de interés e inconmensurable morbo.
Miraba desde sus gafas de pasta negra escudriñando a los
oyentes como si dispusiera de rayos laser, una de las chicas se atrevió a preguntar
lo que todos querían saber desde el principio.
Una azafata le cedió un micrófono a una joven, tendría no
más de 25 y no menos de 19, vestía unos vaqueros azules, con una camiseta
celeste.
-Muchas veces, hemos escuchado que ciertos hombres son
llevados a confortables habitaciones de hotel por hermosas mujeres, y a la
mañana siguiente se encuentran en una bañera llenos de cubitos de hielo, y con
una cicatriz en su abdomen… ¿es esto cierto?
Los murmullos recorrían todo el salón de actos.
-La pregunta que todos esperaban verdad…
Acertó a decir el conferenciante y prosiguió.
-¿Para qué? vayan sumando delitos; costes, chica, habitación
de hotel, médicos… además ya saben lo costosas que se vuelven las cosas al ser
ilegales, todo es mucho más fácil, en países como China o Pakistán, existen
familias que hacen colas para donar un riñón, podemos sentenciar que el dicho
me costó un riñón, es cierto, pero solo para pagar el costo de sobrevivir.
Existe un incipiente turismo de trasplantes, personas ricas que van a estos
lugares para poder sanarse, el primer mundo crea leyendas urbanas, y el tercero
pierde sus órganos para que los del primero sigan siendo asquerosamente ricos, somos tan
pobres en moral que inventamos terrores nocturnos a nuestros niños, futuros
demandadores de mano de obra, órganos, y cualquier cosa que se pueda comprar.
Así que ya pueden dormir tranquilos, no existe el monstruo del coco disfrazada de despampanante
rubia, el coco mis queridos inventores de leyendas, somos nosotros mismos.
Se hizo un silencio incomodo, seguido de un sonoro aplauso,
lleno de consuelo y espanto.
Adolfo Ibáñez-Batista
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