El alquimista (Sección "Lluvia de piedras")



Una noche tras otra, un día tras otro…, el desierto se filtra lentamente por el ojo de aquel reloj de arena roto que cayó cuando el alquimista árabe fue asesinado, hace casi 1500 años.

“Si me matas acabarás contigo mismo y toda tu cultura”, fueron sus últimas palabras, antes de que un jefe tribal lo decapitara con su sable. Nadie advirtió que el anciano tenía en la mano el reloj roto que llevó tanto tiempo en su bolsa. Hasta entonces, muy pocos sabían de la existencia del endemoniado artilugio que, aunque pareciera inservible, se guardaba para ser liberado en una ocasión crítica: y así fue al final. Allí mismo y sin demora, el cristal quebrado empezó a tragarse el desierto.

Ahora, la arena llena los pozos. Se secan, se pierden uno tras otro cada vez más rápido. La salinidad que adquiere el agua de lluvia, al mezclarse con la arena de la superficie, ha creado una costra -cada vez más sólida- que impide la filtración de nuevas lluvias.

Los extranjeros, prepotentes y resabidos, hablan de un cambio del clima en todo el planeta. Dicen que afecta también a las aguas subterráneas de los desiertos. Pero nosotros sabemos la verdadera razón: y por eso, ancianos y personas espirituales buscan el reloj roto desde hace cientos de años sin hallarlo aún. Pero también se cuenta, que los Tuareg volveremos a recorrer nuestras rutas milenarias en libertad y la arena dejará de ocupar el espacio del agua, si encontramos los restos del alquimista y unimos su cabeza al tronco.


Seguimos buscando.




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