Imagen extraída de @diariouno.com
Había un extraño debate en la calle y entre sus propios
compañeros.
A él, incluso pensar en los motivos del comprador le producían
arcadas, la cosa es que ya era la cuarta detención en los últimos dos meses que
se efectuaba tirando del mismo hilo.
Cuando uno de los compañeros de crímenes informáticos les
informó de la llegada al mercado de las pedo-dolls, no se lo pudo creer del
todo, pero si algo había aprendido en esa profesión es que todo lo inimaginable
para hacer el mal era posible, y tenía bien claro que el mayor monstruo de la
tierra éramos nosotros mismos.
Las muñecas eran realizadas en silicona, y aparentaban ser
una menor de edad, tenía todos los orificios corporales bien definidos, lo que
la convertía en un extraño juguete sexual en forma de menor, en la calle se dividían
en los que se postulaban como remedio a los ataques pederastas, y los que
manifestaban que el problema se agravaría, en términos legales, las muñecas y
su tenencia eran legales.
Ellos seguían investigando por donde viajaban las muñecas
que se vendían por internet llegadas de Asia, seguir el viaje de las mismas
marcaba las líneas a seguir, y lo más tenebroso de esas muñecas del demonio, es
que no dejaban de dibujar un extraño mapa lleno de chinchetas rojas.
Adolfo Ibáñez-Batista.
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