No existió el descanso de la guerrera, fue un sueño (Sección "Lluvia de piedras")



El último sueño

Cathaysa, esa mañana, al desperezarse, sintió que estaba perfectamente descansada y no le dolía nada. Tenía el pecho a rebosar de alegría, con ganas de emprender un tiempo nuevo.
Le encantaba caminar descalza por la casa; a sus pies les regalaba libertad y el placer de flotar sobre las alfombras suaves y mullidas. Inspiró, y se emborrachó del aire más sano. Estaba llena de amor y en paz con el universo: sentía una satisfacción inigualable.
Esa misma mañana, Cathaysa amaneció muerta en su cama.

El descanso de la guerrera

Gara, esa mañana, al desperezarse, sintió que estaba perfectamente descansada y no le dolía nada. Tenía el pecho a rebosar de alegría, con ganas de emprender un tiempo nuevo.
Le encantaba la tranquilidad de su habitación del hospital cuando se iban las visitas. Se levantaba al baño, muy despacio, cargando con el metálico artilugio de la medicación, solo para estirar sus pies y pasear a su ritmo. Suspiró y se embriagó de libertad. Estaba llena de amor y en paz con el universo: tenía la sensación de haber ganado la batalla contra el cáncer.
Esa misma mañana, Gara, que nunca fue derrotada, amaneció muerta en su cama.

Inexistir

Cracia, esa mañana, al desperezarse, sintió que estaba perfectamente descansada y no le dolía nada. Tenía el pecho a rebosar de alegría, como siempre, con ganas de emprender un tiempo nuevo.
Le encantaba llegar hasta el límite del mundo. A sus pies les regalaba libertad y el placer de alargarse totalmente. Suspiró sin respirar y se emborrachó de la seguridad del calor materno. Estaba llena de amor y en paz con el universo: su satisfacción era inigualable.
Esa misma mañana, Democracia, amaneció muerta en la cama de la parturienta. Desde entonces, desde los años setenta, en España (y parte del extranjero) se dice que “nació muerta”.






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