ACRATACREA. PURO SURREALISMO


[1]Leonora Carrington, en un momento de lucidez entre los episodios de convulsiones, causados por el [2]Cardiazol, comenzó a analizar su situación. 
Le habían arrancado brutalmente la ropa. La bañaron con la fría agua que salía de una manguera a presión y desnuda la habían atado de pies y manos, a una camilla, en una tenebrosa habitación de paredes azulejadas. Una manta de lana gruesa y tosca la cubría.
Un oscuro crucifijo colgaba de una pared con un Cristo, antes plateado, ahora gris con moteados negros.
Desorientada intentaba calcular el tiempo que llevaba internada. Sus referencias eran la luz que entraba por una claraboya del techo, la monja que cambiaba la botella con el gotero de la medicación y los gritos y alaridos de otros pacientes, que se incrementaban por la noche. Pero con estas referencias monótonas solo llegaba a distinguir cuándo era de mañana, mediodía o de noche. Aunque estaba segura de que llevaba varios días, ya que la cantidad de heces y orina en las que apoyaba su cuerpo eran considerables. 
Unas semanas antes Leonora había huido de Francia a España. Su idealizada  vida de artista junto a [3]Max Ernst, se vio truncada cuando éste fue detenido por el [4]Gobierno de Vichy en septiembre de 1939, debido a su disconformidad con el régimen nazi y su pertenencia a la resistencia.
En agosto de 1940, Leonora llegó a Madrid con la intención de conseguir un salvoconducto para Max. Contactó con un empresario textil amigo de su adinerada familia, afines al régimen franquista, en busca de ayuda.
Hospedada en un hostal,  la espera a la respuesta de la ayuda implorada  aumentaba angustiosamente, al igual que su desesperación, causándole fuertes episodios de ansiedad. Leonora se sintió atrapada en una ciudad desmoronada, en una posguerra liderada por la brutal venganza de unos malvados hacia unos malditos como ella. 
Una noche en la que la sensación de ahogo era insoportable decidió salir a respirar a un parque frente a su hostal. La imagen de una mujer sola, fumando y paseando sin rumbo en la noche desató la bestia de cuatro militares requetés, borrachos de alcohol y poder, para violarla y robarle. 
Pasó la noche sin dormir, abatida y derrotada por el desgarro, tanto físico como psíquico. Se bañó varias veces en un acto ritual de depuración. Le  consolaba la idea de la distancia abismal que poseía ante este tipo de seres, además ahora lo que importaba era Max, su pobre Max, cuanto lo echaba de menos. 
Leonora no contaba con su familia desde hacía mucho tiempo, a sus veinte años había sido expulsada de varios colegios de “señoritas” por su hostilidad hacia el conformismo impuesto por la sociedad hacia la mujer. Pero el colmo, para los suyos, fue su relación con Max Ernst, un hombre veinte años mayor que ella, bohemio,  casado y con tres hijos, acabando su familia por repudiarla. 
Al día siguiente de la violación, se presentaron en el hostal cuatro hombres, la  comitiva estaba compuesta por el embajador inglés, el amigo de su padre al que había pedido ayuda, un policía y el doctor Morales. Enviados por su padre, la secuestraron tras inyectarle un cóctel de [5]Luminal y anestesia sistémica para llevarla al sanatorio psiquiátrico del Dr. Morales en Santander.
Leonora, al quinto día de estancia en el sanatorio fue desatada, apenas se podía mantener en pie debido a los tratamientos de choque con el Cardiazol, pero comenzó a mostrarse dócil y a manifestar la mansedumbre, que sus “doctores carceleros” querían ver. Ella esperaba recuperar las fuerzas necesarias para huir a los brazos de Max.
En una de las visitas del Dr. Morales, este explicaba a los alumnos de medicina lo siguiente:
El caso de Leonora lo podemos enmarcar dentro de las variables, que el Dr. Vallejo-Nájera, enumera en su estudio del gen rojo-marxista en las mujeres. Tanto el Dr. Vallejo-Nájera como el inminente alemán, Dr. Mengele, indican que se deben aplicar tratamientos de choque constantes, para anular la mala voluntad del paciente y posteriormente reeducar al mismo. En este caso nos centraremos en borrar veleidades artísticas y pasionales.
Leonora ya ha pasado la terapia de choque, ahora queda lo más importante, la reeducación. ¿Todo bien, Leonora? —ella asintió con la cabeza, mirando al suelo—. Así me gusta —le dijo Morales dándole unas palmaditas en el hombro.
Al marcharse el médico ella lanzó una tremenda carcajada en su mente, pensó que “huyendo de los nazis se encontraba de conejillo de indias en uno de sus laboratorios”. No volvió a tomar ninguna medicación. 
Recuperada, Leonora comienza a dar paseos entre los jardines de la institución y los hace propios, crea una topografía singular, un mapa liberador  y en su mente renace el placer estético, transforma aquella situación, ya de por sí surrealista, en modelos creativos que plasmaría más adelante en obras de arte. 
La obsesión por Max se condiciona por la necesidad de escapar.
Su familia no viene a visitarla pero envía a una dama de compañía-cuidadora inglesa, miss Keys, una señorita entrada en años, recta, seca y de mirada vigilante, que se encargaría de llevarla a Lisboa para embarcar hacia Inglaterra y devolverla al redil familiar.
Leonora se muestra afable aunque resignada ante la cuidadora, para no levantar sospechas del plan de huida, que comenzó a maquinar desde que esta le comentó lo que su familia se proponía que hiciera.
En Lisboa, Leonora finge encontrarse indispuesta por el largo viaje en coche y le pide a miss Keys ir a un restaurante, para refrescarse y comer algo. Elige el restaurante más lleno de gente que vio. Miss Keys la miró extrañada pero pensó que era un comportamiento, aunque errático, comprensible en una mente que aún no se había asentado del todo.
Leonora, nada más entrar en el restaurante se dirigió al baño, mientras su escolta le pedía a un camarero que le indicara una mesa libre. Leonora entró en el baño sintiendo la mirada de Miss Keys en su nuca. Se lavó la cara, inspiró todo el aire de su alrededor,  miró a su cara en el espejo y le dijo “AHORA”.
Salió corriendo del restaurante, con la vista tan fija en la puerta que tropezó con una señora con perro. Tomó un taxi y le indicó que la llevara a la embajada de México. Ella sabía que ese país acogía a los exiliados que luchan y buscan la libertad secuestrada. En la misma embajada hace un matrimonio de conveniencia  con un agregado mexicano, Renato Leduc, lo que le posibilita viajar a México.
Años más tarde, en una exposición en Nueva York, se encuentra con Max Ernst. Aunque ya la atracción era un recuerdo difuminado, sintió un pequeño aleteo en su estómago. Él, al verla, se dirigió hacia ella. Ella lo esperó intentando descifrar su mirada. 
Leonora, en unos segundos, repasó lo vivido desde la última vez que lo vio. No le reprocharía nada, ni siquiera el hecho de no contactar con ella al ser liberado del campo de concentración. No le pediría agradecimiento por su lucha, tanto en España como en México, para conseguirle un salvoconducto. No le preguntaría acerca de su matrimonio con la millonaria marchante de arte Peggy Guggenheim. Sólo lo saludaría y ¿por qué no?Recordaría los buenos tiempos.
Él se encaró con ella airado y con los labios apretados le preguntó que había hecho con sus cuadros.

Jesús Abreu

[1]Leonora Carrington (Lancashire, Inglaterra, 6 de abril de 1917 – Ciudad de México, 25 de mayo de 2011) fue una pintora surrealista y escritora mexicana de origen inglés.
[2]Medicamento que causa choque convulsivo químico. Antecesor del electroshock, equivalente a éste.
[3]Max Ernst (Brühl, Alemania, el 2 de abril de 1891 - París, Francia, el 1 de abril de 1976) fue un artista alemán nacionalizado francés considerado figura fundamental tanto en el movimiento dadá como en el surrealismo.
[4]Gobierno de Vichy: es el nombre con que informalmente se conoce al régimen político instaurado por el mariscal Philippe Pétain en parte del territorio francés  que permitió la invasión de Francia por la Alemania nazi, subsistiendo éste hasta agosto de 1944.
[5]Coctel barbitúrico que baja el nivel de conciencia y la voluntad, genera una paralización total con rigidez, creando una sensación terrorífica ya que simula con precisión la muerte.

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