La mosca (Sección "Lluvia de piedras")




Hay cosas que no aguanto. Un animalista declarado como yo sufre con el trato que se le da a otras especies y la concepción de la vida animal que tiene nuestra sociedad. Por ejemplo, no aguanto los circos con animales o los zoológicos. No.

Por eso, cuando decidí adoptar una mascota pensé que el animal que me encontrará primero sería el mejor. Con esa idea en la cabeza, reparé en aquella mosca. Enseguida preparé para ella un pegoste de miel que, aunque al principio no pareció atraerla, acabó siendo el manjar que imaginé. Sin querer, la espanté mientras pensaba cómo prepararle un bebedero, y emprendió vuelo hasta escapar por la ventana para siempre.

No puedo creer que las moscas sean tan estúpidas, sino al contrario, prefiero pensar que pensó que le preparaba una trampa mortal, conocedora del instinto asesino de los humanos. Pero como ese no es mi caso, insistiré.

Así que ahora pienso en la forma de adoptar una mosca, para convencerla de que no todos los humanos somos iguales. Lo que estoy estudiando es la posibilidad de amarrar una de sus patitas con un fino hilo que no le haga daño y le permita volar por casa. Si lo consigo y se extiende la costumbre, igual, con el tiempo, los veterinarios conseguirán capar sus alas o algún sistema para que se adapten a vivir con personas y pierdan el cliché de insectos molestos. Seguro que, en el fondo, son de lo más cariñosas.




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