Contraverso. Frutas de colores

Este
chocolate no me sabe a chocolate,
esto
es plástico puro, mamá,
yo
quiero besos de fruta,
quiero
fresas, peras y ananás,
quiero
plátanos, papas, lechugas y tomates,
quiero
pipas; no virutas,
ni
cianobacterias ni metralla,
quiero
la tranquilidad del ermitaño
sin
tener que exiliarme a la montaña;
no
quiero ser ese pescado extraño,
alienígena
suicida en tu caña,
no
quiero más cemento ni más vallas
publicitarias:
no solo de Circo vive el hombre.
Tenemos
tres bocas en la cara,
necesitan
violencia, están dormidas,
sexo
desenfrenado, muerte, luces y hecatombe,
libres
con camisas de once varas,
otros,
libres con complejo de Rey Midas.
Demos
la mano al pueblo de Canadá
no al
mercado que nos devora a ambos;
y,
martirizado por vientos modernos,
no me
interesan vientos de cambio;
me
importa la mentira que viene y va,
me
importa el sistema sanitario enfermo
y
poco más. Quiero traducir el idioma
lejano
que habita en el brillo de tus ojos,
y me
hablan de una luz artificial,
me
hablan de estaño, de plástico y de goma;
ojos
que me sirvan para ir con arrojo
a
tumbar, soplando, el vendaval.
Esto
no se lo digo a todas,
solo
a un elevado porcentaje.
Como
buen futurista, me enamoré de un deportivo,
me
creí mejor por ir de viaje,
ya
estamos planeando la boca,
me he
planteado invitar al Perfume, aunque sea agresivo
invitar
a tu amante a tal evento.
Para
los fabricadores de helados,
kleenex
y lejía, vamos a reconocerlo:
el
amor ha sido un gran invento.
Solo
nos queda que sea privado
y que
una gran masa sin nombre pague por tenerlo.
Eso
fue hace mucho, ahora me arrepiento;
el
hambre es una mercancía terrible
y
terriblemente rentable,
la he
visto vender a varios elementos
de
ademanes muy amables,
pero
las hambrunas no son comestibles,
así
que prefiero morir de otra cosa,
como
dedicándote un canto -en los dientes-
por
el Día de la Hispanidad,
desquiciado,
con mis sonrisas y mis rosas
para
todos mis queridos televidentes,
felices
compras: es Navidad
en el
Cono Sur -menos para los no-contactados,
el
homem do buraco mejor que no aparezca,
los
guaraníes saben de qué hablo,
en la
Amazonia crece la libertad del mercado
y en
los altiplanos está buscando carne fresca-
Pero
vamos a cambiar el vocablo,
que a
lo de imperialismo ya se le ve la intención,
necesitamos
algo con chispa, algo moderno,
algo
que, siendo viejo, parezca nuevo, y eterno,
¡ya
lo tengo! Ahora se llama “mundialización”.
Resultó
ser todo un embuste...
Mamá,
dame algo que me guste.
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