CONTRAVERSO. TABLERO ONÍRICO
Volando
quedó el tablero
sobre
la mesita cuadriculada
por
el nácar lunar de la fría serenada,
como
un barquito velero
navegan
telarañas delicadas
dando
vida a una dama de blanca sal
que
jura no saber nada de nada;
no
entiende cómo escalaron el cristal
olorosas
pieles de mandarina,
ni
como letras indescifrables
narraron
los impúdicos sables
sangrientos
más allá de la cortina,
donde
duermen la noche y el día
a
la hora del fin de las horas;
la
puerta se adivina poligonal
en
el sueño de la sangría,
roto,
que se muere a solas
a
la luz del quinto sueño terminal,
sueño,
que por naturaleza inmoral,
queda
silencioso en los cajones del invierno,
dejando
tras de si el anonimato
de
momentos, de tiempos y de ratos,
y
tras ellos la brújula de algún buen recuerdo
iluminando
senderos y caminos
hacia
una pared despintada
a
la que le importa todo un gran comino,
pues
la roca no siente nada;
se
quedó a solas la maldición de las migajas,
siendo
una goma sucia y sin consuelo
que
solo volverá a funcionar
si
la frotas con fuerza contra tus vaqueros;
oscuras
cremalleras que ni suben ni bajan,
rumores
de cardones y mar.
Hay
pequeños barcos insurgentes
que
incitan a noctámbula rebelión,
una
oscuridad llena de dientes
en
la sociedad que hay en tu habitación;
el
minutero se está besando
con
las horas perdidas del reloj:
las
manecillas de vez en cuando
también
necesitan decir adiós;
las
estrías de la madera
estresan
la ceguera de la antigüedad,
dando
cuenta al nocturno andamiaje
de
la noche de que ya tiene una edad
para
no tenerla a su vera,
para
no llorar durante el viaje
de
Selene en la cúpula más alta
del
más vital de los engranajes;
en
la noche las ratas roen cartas
que
no lean los ojos de las papas
para
que sean libres de echar raíces,
para
que no pueda quejarse el cuaderno
del
curvo despotismo de las grapas,
para
que curen las rojas cicatrices
ahora
que el lamento nacido está tierno
queda
tiempo para que la serenada
lo
transmute en mares de calma,
para
que las horas rotas en pos de la inercia
usen
solo el silencio como arma;
ya
se pone el Sol de los sueños en la gran Persia
y
las fichas de ajedrez quedan olvidadas,
solo
flotan motas de mágico material,
saltando
con los aires, que no es la nada:
traen
luces eternas de un onírico abismal.
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