El cuento nuevo (Sección "Lluvia de piedras")
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Imagen de pixabay.com |
Las cosas
han cambiado mucho. Ya la princesa pitufa no sueña con príncipes
rojos y las chicas se hacen las dormidas cuando se les acercan
jóvenes engreídos con pinta de repeinados monárquicos. Ahora la
gente come más manzanas, a pesar de que se sabe que contienen un
poco de cianuro; los niños son contestones, y Caperucita sería
capaz de recriminarle a la abuela que metiera perros en la cama; la
mayoría de los trabajadores se siente más pequeño que el menor de
los siete enanitos.
Hoy, los
restos de Pulgarcito aparecerían después de dejarle a los malos
aquel rastro de miguitas, al final del cual estaría su cuerpito. El
patito feo sufriría vigorexia y estaría obsesionado con ahorrar
para operarse pómulos, nariz y barbilla.
Hoy
predomina el cuento consumista, y el capitalismo maneja a las
personas como el flautista de Hamelin a las ratas hipnotizadas por su
música. Trabajadores y trabajadoras se sienten como cenicienta, pero
conscientes de que no existen príncipes salvadores o que las hadas
madrinas son las casas de apuestas o las loterías del Estado; y la
casita de chocolate, de paja, madera o ladrillo la pagarás toda la
vida y, posiblemente, nunca será tuya.
Por todo
eso, ya es absolutamente necesario darle la vuelta a aquellos
cuentos, como a un calcetín, y que nuevos tiempos traigan cuentos
nuevos.
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