El cuento nuevo (Sección "Lluvia de piedras")


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Las cosas han cambiado mucho. Ya la princesa pitufa no sueña con príncipes rojos y las chicas se hacen las dormidas cuando se les acercan jóvenes engreídos con pinta de repeinados monárquicos. Ahora la gente come más manzanas, a pesar de que se sabe que contienen un poco de cianuro; los niños son contestones, y Caperucita sería capaz de recriminarle a la abuela que metiera perros en la cama; la mayoría de los trabajadores se siente más pequeño que el menor de los siete enanitos.
Hoy, los restos de Pulgarcito aparecerían después de dejarle a los malos aquel rastro de miguitas, al final del cual estaría su cuerpito. El patito feo sufriría vigorexia y estaría obsesionado con ahorrar para operarse pómulos, nariz y barbilla.
Hoy predomina el cuento consumista, y el capitalismo maneja a las personas como el flautista de Hamelin a las ratas hipnotizadas por su música. Trabajadores y trabajadoras se sienten como cenicienta, pero conscientes de que no existen príncipes salvadores o que las hadas madrinas son las casas de apuestas o las loterías del Estado; y la casita de chocolate, de paja, madera o ladrillo la pagarás toda la vida y, posiblemente, nunca será tuya.
Por todo eso, ya es absolutamente necesario darle la vuelta a aquellos cuentos, como a un calcetín, y que nuevos tiempos traigan cuentos nuevos.



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