Nuestros mundos enfrentados, 19 - El final de la angustia
Aquella
dulce sensación no perduró mucho tiempo, pues un amargo soplo en el corazón de
Báldor lo empujó a separarse de Syrinjari. Ella lo miró enseguida.
—¿Sucede algo? —le preguntó.
—Deberíamos continuar —se apresuró a decir
Báldor—. Creo que los demás ya estarán descansados.
—Bueno —dijo ella sin muchas ganas—, supongo
que tienes razón.
Fueron juntos en busca de Niríalhan y el
Señor gris; este último los miró fijamente, incomodándolos. Pero no dijo nada y
se puso en pie ante la idea de seguir el camino, y poco después los cuatro
estaban andando hacia el este en busca de un nuevo puente.
Tardaron en hallarlo más de lo que habrían
deseado, sin embargo, en esos días Báldor apenas pensó en la próxima batalla
que pudiera aguardar por ellos, ni en Tárgrea. Porque Syrinjari pasaba ahora
mucho más tiempo junto a él, y aunque le resultaba agradable y quería no dejar
de mirar su rostro y tomarle la mano, había algo en su corazón que agriaba
cualquiera de aquellos momentos. Y a pesar de que le incomodaba que el Señor
gris pudiera escuchar sus pensamientos, no dejaba de darle vueltas a ese
asunto. «Laura me espera… o no. No lo sé, no puedo saberlo. Ni siquiera puedo
asegurar que vaya a regresar a la Tierra, que después de todo esto las cosas
salgan bien. Pero, ¿qué sería para mí un buen final? ¿Regresar? Ahora no lo
tengo tan claro». Alrededor, todo seguía siendo oscuridad, pero bajo aquel
negro manto había un mundo hermoso, a pesar de que los árboles estuviesen del
revés. Las tinieblas ocultaban prados de verdor sin fin, y en los horizontes
había montañas más grandes que islas enteras, y a sus pies se extendían los
bosques como mares de verdor y madera. Aquellas eran cosas que Báldor anhelaba,
y que no podía ver allá donde vivía.
«En cualquier caso, no puedo seguir con esto»,
pensaba cuando miraba a Syrinjari. «Aunque duela, aunque Laura no haya sido la
mejor novia y ahora mismo me haya olvidado y esté con otro, no puedo faltar a
mi palabra. ¿Qué sería si lo hiciera? Me convertiría en uno de esos bastardos
infieles que tanto detesto. No se dirigirán a mí con una palabra tan
despreciable». Y apretó los puños, porque a pesar de todo, no era una decisión
fácil de tomar. Pues Syrinjari, aunque por fuera era contraria a lo que él
encontraba atractivo, lo hacía sentir bien. Lo escuchaba y le decía las cosas
que debía oír, no las que quería, y compartían el sentido del humor y ciertas
ideas. Cada vez le resultaba más divertido pasar tiempo con ella, e interesante
descubrir cosas nuevas de la muchacha. Aun así…
Cuando los caminantes encontraron por fin
otro puente, Báldor se detuvo mientras los demás se adelantaban para cruzar.
Syrinjari fue la primera en darse la vuelta para ver si sucedía algo.
—No puedo continuar —dijo Báldor, cabizbajo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Syrinjari,
acercándose a él con preocupación.
—Continuemos. Quedaos atrás, vosotros dos
—dijo el Señor gris sin darse la vuelta para mirar. Niríalhan lo siguió, pues
no necesitaba leer mentes para percatarse de cosas tan obvias.
—¿Qué te ocurre, Báldor? —le preguntó
Syrinjari cuando los otros se hubieron alejado—. Has actuado de manera extraña
estos días. Pensaba que…
—Eres maravillosa, Syrinjari —dijo él, sin
mirarla—. Pero no puedo continuar con esto… con lo nuestro, quiero decir. No
puede ir más allá, lo lamento.
—Pero… —musitó ella, bajando la cabeza.
—No es por ti —se apresuró a decir él—. Si
las cosas fueran diferentes… Pero en la Tierra, tenía a alguien. No era la
mejor relación, pero por palabra me había comprometido a seguir en ella y
mantenerme fiel. No quisiera iniciar otra sin terminar esa relación primero, ni
aunque fuera con una persona como tú.
—Te comprendo —dijo ella, suspirando.
—Es triste. Pues para poner fin a esa
relación tendría que regresar a la Tierra, pero si lo hiciera no podría volver
a verte jamás.
—Lo sé, Báldor. No volveremos a vernos
cuando todo esto acabe, y es poco el tiempo que nos queda aquí, lo presiento.
Pero no puedo forzarte a que te traiciones. De todas maneras, no estaremos aquí
por siempre.
—Siento decir esto —dijo él, y se sintió
profundamente triste, aunque también aliviado.
Y no quiso abandonarla, aunque necesitaba
alejarse, por lo que se hizo a un lado y miró hacia el sur, hacia las sombras
de aquel mundo tan extraño en el que tanto había encontrado. El momento en el
que tocó aquel meteorito y apareció cerca de la casa de los campesinos le
parecía tan lejano como una eternidad.
Poco después, Syrinjari comenzó a cruzar el
puente y entonces Báldor la miró, pequeña y pálida en las sombras que ocultaban
los vivos colores de sus ropajes. Al guerrero le resultó difícil contener las
lágrimas, pero trató de aferrarse a la misión que compartía con sus compañeros,
y pensó más que nunca en la luz de Tárgrea y en Tulkhar. Si acababa con todo
aquello, regresaría a la Tierra, donde podría olvidar. Pensando en eso, caminó
hacia el puente y cruzó el río por fin.
Encontró a sus compañeros al otro lado.
Niríalhan y el Señor gris estaban apoyados en la pétrea baranda del puente,
pero Syrinjari esperaba más allá, a varias yardas de distancia. Báldor se
sintió apenado, aunque el extraterrestre le habló antes de que pudiera pensar
demasiado en ello.
—A partir de ahora habrá más peligro —dijo.
—«Cruzarán el río, debemos impedir que
continúen su avance». Algo semejante habrá dicho ese Markarath —dijo Niríalhan,
de brazos cruzados—. Innumerables enemigos aguardan por nosotros. Son débiles,
pero nos aventajan en número.
—¿Los has «oído»? —le preguntó Báldor al
Señor gris. Este asintió—. ¿Y qué haremos?
—Pasar inadvertidos —dijo Niríalhan con un
suspiro—. Puedo hacer que una sombra nos cubra, pero habremos de avanzar tan
cerca los unos de los otros como sea posible.
—Muy oportuno, ¿no es así? —dijo el Señor
gris con media sonrisa, mirando a Báldor. Este frunció el ceño.
—No. Pero al menos podremos evitar que se
nos echen encima —dijo—. Bien, seguiremos adelante cuando queráis.
La emperatriz de los reinos sombríos no
tardó en levantarse, pero el Señor gris lo hizo lentamente, sin dejar de observar
a un ceñudo Báldor. Los tres se acercaron a Syrinjari y Niríalhan le habló
sobre lo que harían. Ella solo asintió, sin mirarlos.
Viajar de aquella manera fue tan incómodo
como Báldor había imaginado. Caminaba detrás de Syrinjari y al lado del Señor
gris, deseando intercambiar su sitio con el extraterrestre, pero sin ser capaz
de hallar una oportunidad de hacerlo. Porque, tal y como habían previsto antes
de alejarse del puente, los enemigos aguardaban por ellos con grandes huestes.
Esto pudieron comprobarlo algunas horas después de echarse a andar, mas no
tuvieron la necesidad de luchar pues la oscuridad de Niríalhan los había estado
cubriendo desde hacía largo rato. Sin embargo, quien dirigía a las bestias
oscuras no era estúpido, y las había dispuesto a lo largo de los campos y lomas
de modo que pareciera imposible pasar entre sus filas. Había, además, numerosos
centinelas que iban de un lado a otro, y en ocasiones formaban grupos.
Báldor observaba a los enemigos desde
aquellas sombras que lo ocultaban, y sentía más que nunca el calor de la
oscuridad de Tulkhar. También podía oírlos gruñir, y a veces incluso creía
distinguir que hablaban una especie de lenguaje grotesco. Había aumentado su
confianza en la lucha, pero sabía muy bien que si era detectado allí, entre tantas
bestias, sería asesinado. Los constantes movimientos de aquellos seres hicieron
que el grupo se detuviera en muchas ocasiones, y esto los demoró y extendió
aquella jornada sin permitirles avanzar tanto como habían deseado.
Y cuando comenzaron a sentir que no podían
continuar, la inquietud creció en sus cuerpos debilitados y les hizo temer cada
segundo que pasaban sin moverse. Porque no deseaban detenerse a descansar entre
tantos enemigos, pero cada vez les resultaba más difícil respirar cerca de ellos,
y les dolían las piernas (en menor o mayor medida). No tardaron en decidir que
continuar avanzando a través de las huestes era una insensatez, y decidieron
sin apenas hablar que debían alejarse de ellos.
Pero esta no fue una tarea sencilla, aunque
no quisieron retroceder, al menos por completo. Comenzaron dirigiéndose hacia
el norte, aunque luego fueron desviados hacia el noreste a través de una senda
muy irregular entre bestias inquietas. Estas fueron el paisaje que los rodeó
durante los angustiosos minutos que siguieron, y ya incluso Niríalhan se
detenía a menudo, cansada por el esfuerzo de mantener el manto de oscuridad.
Todos desearon que no se extinguiera, por lo que nunca la presionaron para
avanzar.
Con todo esto, a Báldor no le resultó
difícil olvidarse de la incomodidad que la cercanía de Syrinjari le hacía
sentir, y a ella le ocurrió lo mismo. Ni siquiera pensaron en esto cuando al
fin dejó de haber enemigos ante ellos después de una asfixiante y agotadora
caminata apresurada. Aun así, la prolongaron lo suficiente como para alejarse
de las huestes de monstruos y que Niríalhan pudiera deshacer el velo de
oscuridad sin peligro. El esfuerzo estuvo a punto de hacer que la emperatriz
cayera de rodillas, pero el orgullo la sostuvo y la ayudó a levantar el rostro
de ojos rojos.
—Habremos de seguir otro camino —dijo en voz
baja.
—Están por todas partes —dijo Báldor—. Si no
pasamos entre ellos, ¿cómo llegaremos al noroeste?
—Será mejor pensarlo después de descansar
—dijo Syrinjari, no de muy buen grado.
—Yo no lo haría tan cerca de esas alimañas
—dijo el Señor gris.
—No. Debemos poner más distancia entre ellos
y nosotros —dijo Niríalhan—. Aun así, no estaría de más reponer fuerzas por
unos instantes.
Y para hacer esto, Báldor se alejó de los
otros y se sentó en el suelo, con los brazos cruzados. Los ojos se le cerraron
por un segundo, pero aún no podía sentirse tranquilo tras lo que acaba de
suceder.
Poco después reemprendieron la marcha y se
alejaron de las huestes enemigas hasta perderlas de vista tras una loma. Se
propusieron descansar, aunque montarían guardia por si aquellos monstruos se
movían en la oscuridad. Báldor se ofreció a ser el primero en la vigilia, y así
batalló contra el cansancio y pensamientos tan negros como las tinieblas que lo
rodeaban. Suspiró en múltiples ocasiones, mas no por ello el tiempo desfiló con
más premura.
Cuando el Señor gris lo relevó y pudo
tumbarse y cerrar los ojos, se sentía tan cansado que tardó largo rato en
perder la consciencia, aunque finalmente lo consiguió. Pero cuando despertó,
las preocupaciones no se habían desvanecido, e incluso sentía con más claridad
la pena por haber rechazado a Syrinjari. La miró de reojo en varias ocasiones y
deseó haber abandonado la Tierra sin dejar ninguna relación atrás, mas nada
cambió por ello.
Tampoco hubo cambios en la meta de los
compañeros, y por ello continuaron andando cuando pudieron. Sin embargo, la
presencia de las huestes los forzó a avanzar hacia el norte, y así sucedió
durante varios días más. Estas fueron jornadas inquietantes y agotadoras en las
que apenas hablaron, y aunque tuvieron la fortuna de que los enemigos apenas se
movieran hacia ellos, sintieron que toda suerte llegó a su final cuando
advirtieron una sombra más profunda que las tinieblas allá, lejos en su camino.
Y no se trataba de un solo enemigo ni de la figura de una ciudad, era algo más
oscuro que todo eso, lo más oscuro que podrían hallar en aquel mundo.
—Es él —dijo el Señor gris.
—¿Él? ¿Te refieres a Tulkhar, tan pronto?
—dijo Báldor, mirándolo con incredulidad. Como de costumbre, el Señor gris solo
asintió.
—Quizá esta era la auténtica intención de
esas huestes —dijo entonces Niríalhan—. Nuestro camino ha sido desviado, y aun
así, hemos llegado a donde queríamos ir.
—Eso significa que él también quería que le
alcanzáramos —dijo Syrinjari—. Bien, al menos todo llegará pronto a su final.
Báldor tragó saliva y se sintió mal por el
tono utilizado por Syrinjari, pero también creyó que tenía razón.
—Bien, descansemos antes de acercarnos más
—dijo—. Podría ser la última vez que nos detengamos en esta oscuridad.
Nadie dijo nada, pero todos buscaron un
lugar en el que sentarse. En la lejanía, aquella oscuridad parecía revolverse
como una humareda lenta y gigantesca, y Báldor no podía dejar de contemplarla,
preguntándose cómo podrían vencer y si en realidad estaban haciendo lo más
sensato que podrían hacer.
Fuente imagen: http://thunderhammer-comics.wikia.com/wiki/File:Fantasy_Dark_Castle_Tower.jpg
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