LANCE TABÚ. INVESTIGACIÓN PIN UP
Se
había mudado a una casa señorial propiedad de unos amigos de sus padres en la
parte urbana de París. Era una zona cara. Se la habían cedido el tiempo que
durase su beca de investigación. Los
techos tan altos y las ventanas tan amplias le dieron pereza. Acostumbrado a su
pequeño piso de 70 metros cuadrados .
Una muralla de cajas de cartón con sus cosas se amontonaba a la entrada.
Habilitó un sillón al lado de la ventana donde estaba la estufa y allí pasaba
horas leyendo, navegando por Internet, mirando
a los vecinos… Las ventanas daban a otro edificio similar y entre ambos una
zona peatonal ajardinada. Los hábitos eran los mismos. La vida urbana. Los
horarios establecidos… y ella. Una mujer de unos 45 años. Imposible de
catalogar. El etiquetado establecido por la raza humana con ella no era
posible. Se convirtió en su objetivo. Durante días miraba por la ventana y nada,
hasta que la relacionó con su taconeo. Su manera de andar con tacones emitía un
ritmo característico, concatenado con el movimiento de grandes caderas. Estuviese
haciendo lo que estuviese haciendo, cada vez que oía sus pasos, corría hacia la
ventana. Siempre vestía faldas estilo pin
up. Llevaba la melena suelta o recogida en una cola de caballo. Era un ser
desenfadado. Sin duda, la quería conocer. Le entrecortaba la respiración.
Por
la tarde la vio llegar. Esperó que se encendiese la luz de su ventana y se
quedó observando. Se había conseguido
unos pequeños prismáticos como de los que se usan para ir al teatro. Cada vez
que estaba en casa esperaba su llegada y la observaba con sus lentes con
detenimiento. Una mañana que ella abrió las ventanas miró al frente y lo vio.
Vio claramente a aquel becario con sus lentes mirando hacia su ventana. No lo
dudó. Se quitó el camisón y dejó su gran figura curvy al descubierto. El joven corrió la cortina de manera brusca.
Sintió muchísima vergüenza. A la tarde siguiente estaba asomado a la ventana.
Ella abrió las suya y silbó. Le hizo señas para que cogiera sus prismáticos y
él le hizo caso. Cuando se sintió observada empezó a desnudarse. Llevaba el
conjunto de lencería más sexy que había visto. Cuando acabó sacó un pequeño
cartel y se lo puso sobre la zona del pubis. La fin, final en francés, decía. Le dio la vuelta y se pudo leer, Les applaudissements, aplausos en
francés. El joven flipaba. Dejó sus
lentes y le dedicó unos aplausos. Ambos reían. Por aquel método de cine mudo le
pasó su número y wasapearon con problemas por el idioma, pero lograron
entenderse. Las sesiones pasaron de ser de ventana a ventana, a presenciales.
La beca de investigación de 4 meses era susceptible de ampliación. Casi 10 meses después el becario seguía
investigando sobre estructuras arquitectónicas y sobre mujeres pin up.
Celia Sánchez
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