LANCE TABÚ. ROSE MARY
Quiso pasar un fin de semana excepcional
con Rose Mary y buscó una casa rural.
Dos días después estaba en ruta. Debía conducir unas dos horas hasta su destino,
pero merecía la pena. Soñaba con una velada romántica con ella. Esperaba que le
hubiese llegado la carta con las señas del lugar. Utilizaban el correo
ordinario para hacerlo más personal e íntimo.
Era una casa grande y fría. Habían hecho un
precioso trabajo de restauración. Llegó a recepción y le dieron la llave de la
habitación Malasia. Al entrar una
cama rústica doble presidía la habitación y a los pies un hogar eléctrico. Entraba
mucha luz natural. En una equina un gran jacuzzi sitiado por un gran macetón
con una planta alta de hojas muy grandes. Abrió el grifo de agua caliente para que se
llenara el jacuzzi. Mientras cerraba la
ventana, encendía unas velas, prendía el hogar y preparaba el ambiente idóneo,
refunfuñaba. Decía en voz baja lo que le gustaba dejarlo esperar. Ese mal
habito de llegar justa de tiempo o tarde.
Puso
su maleta sobre la cama y la abrió con cuidado. Sacó un envoltorio de gasa y lo
puso al lado. Cerró la maleta y la quitó de la cama. Centró el envoltorio. Poco
a poco fue desenvolviéndolo. Poco a poco se dejó ver el cuerpo desnudo y desinflado
de Rose Mary. De un pequeño estuche
sacó un compresor electrónico. Lo enchufó a la electricidad y a la toma de aire
de la muñeca. En unos minutos Rose Mary
cobró vida. Como parte de una ceremonia, sacó un atuendo de lencería cara y se
lo colocó con mucha delicadeza. Luego una bata de seda roja con motivos
chinescos. Él la llamaba “mi geisha”. Como si de un tesoro de porcelana
delicado se tratara, la tomó en brazos y la sentó en un sillón de orejas
situado frente al jacuzzi. Le preguntó si estaba cómoda y la besó con pasión
pero sin lengua. Se desnudó y se puso
una bata de aire oriental con mangas anchas. Sirvió cava para los dos. Se
acercó al jacuzzi y se desnudó delante de ella de un modo lento. A cada paso le
sonreía y afirmaba: -¡Sé como te gusta! Se metió en el jacuzzi y hablaron largo
y tendido de aquel fin de semana que iban a pasar juntos. Después de apurar la
copa de cava, se puso de pie y le dijo alzando la voz, que lo mirara. Empezó a tomar agua con las dos manos y a dejarla
caer por encima de su torso. Se masajeó de manera sensual sin dejar de mirarla.
Cuando estuvo excitado, salió del
jacuzzi y se secó. La tomó en brazos y la acostó en la cama. La desnudó como un juego
erótico. La besó e introdujo su lengua en el orificio bucal de Rose Mary. Dejaron correr su pasión en
aquel exótico lugar llamado Malasia.
Celia Sánchez
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