Idiota.

Babeado entre la flor y nata de la fresa desparramada sobre el madero muerto sobre el que su madre apoya los codos acicalándole el flequillo tenue coronando un cráneo alopécico empeñado en proteger un cerebro ausente.
Su madre, la única, su milagrosa, su virgen María hecha puta –esta si lo concibió usando el coño, no plumas de pájaro-,mamá, mujer, paciencia encarnada entre 46 quilos de carne rugosa prematuramente, cien siglos embutidos en 48 años… él tiene 26. Mamá está coronada con canas blancas de huesos difuntos inmersos en cal pustulenta, el orgullo convertido en pelo grisáceo descolorido por la amargura y el cansancio en constante batalla con la alegría de la maternidad, su hijo destruyéndole cada átomo de independencia, porque si bien los hijos se libran de su condición cuando la muerte nombra hasta tres veces el alma de sus progenitores, los padres, aun más las madres, conservarán su rango hasta más allá de los límites de la nada infinita. Sus manos trizadas por venas azules, labios agrietados de besar fantasmas en las madrugadas solitarias, las rodillas sobresaliendo como cayados que emergen tímidos desde la arena del fondo marino. Con paciencia le acerca el cucurucho hasta su boca torpe, infantil, elefántica, le ayuda en cada mordisco sosteniendo la servilleta empapada en saliva y jugos con la mano buena, alimentando y dando amor a ese crío enclaustrado en la carne de un atleta que jamás pateará balones, de un abogado que nunca salvará inocentes de las rejas, del matemático que no podrá descubrir la cuadratura del círculo, ese niño viviendo furtivamente la existencia de un tonto, un torpe, un idiota de 140 quilos, un cromosoma extra y millones de sueños frustrados del padre que abandonó la carrera antes de ni siquiera amarrase las playeras.
Síndrome de Dawn, profundo, más que el corazón de un demonio arrepentido. Cada dos sábados es feliz con su cucurucho blanco y rosa cuya mayor parte engulle la mesa en vez de su estómago. Calvo, excepto por ese flequillo que recuerda al dueño del perro de “Manises”, tres pelos describiendo tres heridas en el alma de su madre: amor, vida, muerte. Le cuelga un hilo denso, traslúcido desde el labio leporino, se le escurre el dulzor como helio líquido entre paredes de mimbre tierno. Cada chupetón del cucurucho es una guerra perdida contra la higiene de su blusa… incapaz por sí solo de colocarse unos calcetines, abotonarse la camiseta o comerse un simple helado –a veces me doy asco al disfrutar del sádico momento en el que viendo a estas personas me alegro de la grandeza que existe al saber que puedo disfrutar con esas pequeñas trivialidades tan cotidianas que a menudo ignoro con repugnante soberbia-,un hombre encadenado a la materia gris de un párvulo, agotando, esclavizando, sofocando a su madre… enorgulleciéndola, enalteciéndola, glorificándola… envidio a las mujeres: jamás podré sufrir el orgullo de albergar entre mis tripas a un pedazo de mi propia existencia.
-Mira a ese idiota.
Ríen, tal vez sin malicia, probablemente piensen que la peculiar pareja no los ha escuchado, en cualquier caso, la madre los ignora con sincera indiferencia: el chico continúa disfrutando de su cucurucho.
Fueron los idiotas quienes soñaron con el disparate de elevar toneladas de hierro, personas y combustible hasta las nubes… fueron los idiotas quienes dieron por posible el convertir en realidad el disparate de atravesar el cosmos hasta la Luna… fueron los idiotas quienes apagaron las velas con sus filamentos de metal recubiertos por una capa de vidrio… fueron los idiotas quienes desafiaron al imperio del té cuando atravesaron un subcontinente solo para coger un puñado de sal entre sus manos… fueron los idiotas… son los idiotas… serán los idiotas… esos benditos idiotas adoptando la postura del chimpancé: oídos que se niegan a escuchar, lenguas que rehúsan criticar, ojos que declinan achantarse con dedos que les señalan… idiotas del mundo que nos salvan al creer en aquello que los listos abandonan por imposible, porque ¿no lo recuerdas? era imposible dar la vuelta al mundo en menos de 80 días, era imposible ver casarse a dos hombres cogidos de la mano, era imposible trasplantar un as de corazones… era imposible que pudiera sobrevivir al parto, era imposible que ella pudiese criarlo sin ayuda, era imposible que e idiota fuera capaz de articular una sola palabra…
-Gracias mamá.
En este mismo instante, madre e hijo, comparten un cucurucho de nata y fresa.
Mamá se desvanece en un llanto mudo mientras le limpia las últimas babas en su barbilla empegostada por el azúcar… no son lágrimas de tristeza, sino de la alegría más profundamente auténtica que puede padecer un ser humano, esa que duele tantísimo que obliga incluso al reloj de Dios a detenerse en seco… A pesar de toda mi inteligencia soy incapaz de recordar la última vez que lloré de felicidad.
………
IDIOTA: procedente del vocablo griego “idiotus” que significa “ser uno mismo”.
Néstor José Jaime Santana

Comentarios

Entradas populares