CONTRAVERSO. PAISAJE DE TACORONTE

Despreocupado, como las gallinas
de la autopista,
recorriéndome todas las esquinas
con sus aristas
¿cómo quieres que sea tu huevo?
¿Cómo iba a adorar al Sol
sin su luz y su calor?
¿Es que acaso no ves que no puedo?
Casi siempre está nublado en Guamasa,
y aunque hace bueno en la playa
ni bueno ni malo hace en mi casa,
porque ambos límites raya.
Los charcos durmientes apestan
a cal y microalga en potencia,
los mosquitos ociosos pescan
y terminan con mi paciencia.
Está bonito el paisaje tacorontero,
con el aburrimiento mortal
que crece y se va adueñando del pueblo entero,
con tardes de desidia total
a la sombra del ayuntamiento
y su disonante unión de banderas,
juro que quemaría, y no miento,
con serventesios la ciudad entera”
El Cristo no quiere irse a La Laguna,
dice que allí hace mucho frío
y que como en su casa, en ninguna,
que no le hace falta un abrigo,
solo que poden la selva autoviaria
y arreglen la carretera (poco más)
¿pero ir él a La Laguna? ¡Jamás!
Es esa su voluntad estatuaria
de viejo terco, henchido de dignidad,
prueba irrefutable de los encantos
que este tacorontero heredó de otra edad.
Pero dejemos ya en paz a los santos.
Tacoronte es una bolsa sobre la mesa,
una huerta abandonada
y domingos en que reinaba la pereza,
es un pedazo de nada
encantador, donde soñamos ser tanto
con balones bajo el Sol abrasador,
bajo el vibrar eléctrico y el manto
de nubes que traía un mundo mejor.
Aparte de las vivencias personales
volvamos de nuevo al paisaje:
entre zarzas y tunos crecen rosales
que por libres llaman salvajes,
y una casa siempre derruida
con un “#7 por siempre
en la pared. No duró una vida,
más no se le fue el temple
dulce a la nota de amor incompleta;
pero no todos los muros hablan igual,
no es siempre declarar amor su meta
y de vez en cuando se dedican a insultar,
hablan de política y son aficionados
a rimas urbanas de diferente brillantez.
En la acera baila la basura a ambos lados
y con el vendaval vuela un papel campo a través,
el tiempo no pasa en vano, Cabrera,
aunque el estudiante sigue triste y gris, ceniza,
pupilo triste como en tu tiempo era,
polvo primario que lleva volando la brisa.
Testigo de tanto, Tacoronte,
recorro tus calles desiertas.
Bajo la égida de tus montes
a través de tus corrales y huertas
llego por la carretera
hasta el ayuntamiento
y su disonante unión de banderas,
donde digo que quemaría, y no miento,
con mi amor la ciudad entera.

(Fuente: foto propia)

Comentarios

Entradas populares