Miedo al ocre (Sección "Lluvia de piedras")
El
cielo, semicubierto de grises, perdió la luminosidad veraniega y las
temperaturas bajaron. El Sol de otoño venía con fuerza, pero sin tiempo para
calentar de verdad; solo daba para frenar el frío que el fresco viento
pretendía instaurar.
Ella
se balanceó en el aire un instante, antes de caer en picado contra la tierra;
produciendo un casi imperceptible ruido similar a un crujir de huesos.
Todos
los árboles temblaban. Había llegado el otoño, con su triste peso y la amenaza
de asesinarlos a medias. Era una realidad que nadie ignoraba, la respiración
vegetal se iba a complicar.
Se
acababan los riegos artificiales. Se haría cuesta arriba la llegada del
invierno. No se trata de no encontrar ropa adecuada, de esa de “entretiempo”.
Volvía con fuerza la temible estación que pinta los sueños de ocres y desviste
paisajes que un día fueron verdes.
Entre
los árboles se oía: “podrá acabar con la simiente que el invierno preñó, que
floreció en primavera y soportó el infierno del verano… es una auténtica amenaza”
cada año, por estas fechas, el mismo terror.
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