Raro, raro, raro (Sección "Lluvia de piedras")



Mi amigo cuenta que ha pasado un auténtico calvario con la separación. La relación tenía origen en su adolescencia; para todos era una pareja perfecta e inseparable. Sin embargo, poner lo suyo en manos de abogados, y la mediación de familiares, convirtió esa etapa de su vida en una verdadera zona bélica. Las denuncias y juicios se continuaron. Es una pena que todo haya tenido que acabar así, pensábamos los demás.

En efecto, puede ser sorprendente la frialdad con que afronta el suicidio de ella. Pero lo más increíble es que la hermana se lanzara sobre él acusándolo de no contar nada del apéndice de más de veinte centímetros que le había crecido a su hermana, imitando un rabo sin consistencia ósea. La familia pensó que, posiblemente, por eso se había tirado desde un puente. La explicación médica de la naturaleza del hecho no les tranquilizaba. Y menos a él.

Ha empezado a padecer fuertes jaquecas y ha llevado a manos de especialistas la posibilidad de extirparse la cola que le empezó a crecer a poco de separarse. Si ella padecía esos dolores de cabeza, dice, no le extraña que haya decidido quitarse la vida. Por otro lado, está la cuestión estética, que ahora le veta la playa o lugares donde antes estaba en público con poca o ninguna ropa.

Cuando me enseñó ese apéndice vestigial cogí tanto miedo que decidí guardar mi relación de pareja. Mantenerla con todas esas canitas al aire, pensamientos impuros o los cuernos invisibles que casi todos tenemos. Por si acaso tenga que pasar por el mismo calvario que mis amigos y vivir ese infierno. Así que, me quedo con los abrazos a mi pareja que hacen crecer mi… deseo, cada vez que se pega a mi cuerpo. 


Lo peor es que, a veces, noto que me quieren hacer creer que el raro soy yo.


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