Impasibles, insensibles… imperdonable (Sección "Lluvia de piedras")


Imagen de Guille Afonso Cedrés (Cedida para "Lluvia de piedras")


La cara era una máscara creíble de dolor, pero ningún sonido escapó de su garganta mientras los aceros la atravesaban. Decenas de testigos vieron como su cuerpo se partía en dos.

Una fuerte melodía acompañaba los terroríficos gestos del agresor, sin que los observadores se inmutaran. Todos sospechaban como acabaría aquello.

Al resto de los niños se habían unido los hijos de los feriantes. Aquellos acusados de maleducados, de no tener la formación que debían recibir de los progenitores; los que corrían sueltos por la zona sin perderse ningún espectáculo.

Se retiraron las espadas y la caja volvió a la posición inicial, ésta se abrió y salió la bella ayudante del mago. Aplausos, muchos aplausos para un final esperado y sin gota de sangre.


Se dispersaban los hijos de los feriantes, mientras se retiraron los otros infantes de manos de padres y madres. Si dormían bien esa noche pocas cosas les quitarían el sueño.


Pedro M. González Cánovas



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