"Lluvia de piedras": La ducha

Por Pedro G. Cánovas


Desnudo, dejé que el agua se calentase. Oía risas y, poco después, cerrarse la puerta de la calle. Para entonces ya intentaba aliviarme solo, bajo la cálida ducha, cuando oí a alguien golpear la puerta y entrar sin demora. Dijo que mi prima había ido a buscar bollería para desayunar.

Su voz sonaba dulce, graciosa y pícara. Yo, consciente de la transparente mampara, me giré hacía la pared sin poder refrenarme. Ardía bajo el agua caliente. Por fin me viré hacia la entrada y suspiré larga y sonoramente con los ojos cerrados, viéndola como si no hubiera salido rauda cuando llegó mi prima.


Ese día desayuné en la calle, quizás para esconder así mejor mi vergüenza de lo que lo hizo el vaho de aquella ducha tan, tan… caliente.



Comentarios

Entradas populares