Taxista a medianoche.

Me importa un carajo ser amable: hablo con todos ellos por puro aburrimiento. En realidad yo quería ser piloto de rallies, tal vez mecánico, en última instancia chófer de limusinas, no se, en Manhattan, por las películas… los sueños son escalas musicales y si no consigues dar el do de pecho al final te quedas en el primer falsete, soplando para la eternidad con la flauta del cole. Menuda educación: años de inglés para ser incapaz de tener ni una charla de ascensor decente con un guiri, música durante toda la primaria y de lo único que te acuerdas es de ese racismo solapado en quien inventó el pentagrama las blancas valiendo el doble que las negras –lo cierto es que el racista soy yo por ver blancas y negras en lugar de notas, pero me gusta echar la culpa a los demás-, matemáticas obligatorias hasta los dieciocho años: al final acabas usando la calculadora incluso para calcular la vuelta de un billete de veinte cuando pagas una compra de 19.50 euros… una educación académica destina en exclusiva a paletizar a los críos, a los jóvenes, filtrar a unos pocos supervivientes hacia la majestuosa universidad donde los profesores frecuentemente están más atentos al reloj de su muñeca durante las aulas descontando cuanto les queda para volver a sus investigaciones y eso en el mejor de los casos: la mayoría miran la hora soñando con regresar a casa, quedarse en bata el resto del día y tomarse un vino caro con su sueldo de catedrático, después de todo son funcionarios y salvo uno o dos a quienes realmente les apasiona la docencia, al resto lo único que les diferencia de quien se saca unas oposiciones a barrendero son un par de años más estudiando, a lo sumo tres. En este país todos van a lo suyo, ¿a quién le importa el qué? Cada cuatro años todos nos comprometemos, vamos a las urnas, campañas, discusiones entre políticos, militantes, un domingo entero haciendo filas más largas que en el supermercado detrás de unas gordas con sus hijos malcriados y todo para elegir un tipo que no es otra cosa que el Funcionario Mayor del País, un domingo enterito en la cola para echar una papeleta con un nombre escrito en ella representando a un tipo que rejurando que se preocupa por el bienestar de tu familia cuando ni siquiera sabe que existes. Tengo el turno de noche: nadie lo quiere al ser el más peligros, borrachos en noches de marcha, farolas rotas a lo largo de calzadas oscuras como el ojete del Diablo, estúpidos saltándose las señales de tráfico porque a esas horas los polis están escondidos al no haber nadie que les controle –“who watch the watchmen?” Al fin y al cabo son personas también, otros funcionarios, de nuevo, los funcionarios… ¿de verdad actuaríamos siempre al 100% si no existieran las cárceles, los juzgados ni las multas? Ni si quiera el más santo: casi siempre omitimos hacer el mal no tanto por ética, sino por temor a las represalias… mi imagino cuantas celdas hubiéramos tenido que construir en, por ejemplo, los últimos cinco años si en el último lustro hubiéramos legalizado el asesinato… como carne, pescado, de todo, pero me entristece el trato que damos a los animales, detesto cualquier “deporte” con bichos, toros, peleas de perro, de gallos, incluso carreras de caballo –me imagino lo desagradable que ha de ser correr cientos de metros con uno de esos enanos maricones subidos a mi chepa y me compadezco de los pobres equinos-,procuro comprar alimentos de corral cuando me lo permite la nómina, cosas así, pues me enerva el maltrato cuando se le aplica a seres indefensos: animales, críos, disminuidos… uno no puede evitar sentirse aliviado cuando ejecutan por ahí a algún pederasta… y es por eso que en mi opinión se dispararían los asesinatos si el homicidio fuese legal: salvo los inocentes, todos los demás te dan siempre un motivo para matarlos, así que nuestra hipocresía humana nos ha obligado a desarrollar castigos horribles, la cárcel, el desprecio social, las ejecuciones, para impedirlo… estamos en la punta de la pirámide alimenticia, pero no somos más que unos caníbales, los bebés de la creación, los demonios del universo en cuanto que toda nuestra inteligencia es del todo inútil, insignificante a la hora de controlar nuestros deseos más ruines: tanto cerebro y así todo necesitamos del castigo para portarnos bien al ser incapaces de educar como Dios manda a nuestros cachorros para que sean ciudadanos productivos… en fin-.Nadie quiere el turno de noche, salvo yo: duermo la mañana y el resto del día es para la familia y te aseguro que tras diez horas conduciendo un sábado por la noche lo menos que me apetece es ir a un colegio o un gimnasio municipal para echar un papel dentro de la urna y que se olviden de mi hasta la siguiente campaña dentro de tres años y once meses. No creo en la política, más bien no creo en su buen desarrollo, todos son unos corruptos: los de corazón noble llegan un punto en que o bien dimiten al ver tanta mierda o bien los de arriba les obligan a hacerlo para no quedarse sin su poltrona o bien directamente se corrompen, pues el poder viene a ser igual que una gigantesca roca situada al final de un balancín: cuanto más lejos estás de ella resulta muy fácil levantarla, moverla a tu antojo desde el otro extremo de la palanca… poco a poco te vas acercando a ella y cada vez resulta más pesada, es ella la que ahora controla el movimiento, tu peso es insignificante a su dominio, por muy fuerte que hayas sido al principio, tanto más te acerques a esa roca tanto más tus fuerzas serán aniquiladas por su peso y distancia, pura física pequeño y nadie, ni si quiera el mismo Dios, puede ir en contra de las leyes de la naturaleza, ningún ser humano es inmune a ser aplastado por esa gran roca llamada “poder”. Los hombres nobles no son quienes se acercan al poder sin corromperse, eso es imposible: las mujeres y hombres de integridad plena son aquellos que están siempre en el extremo adecuado del balancín sin caer en la tentación de acercarse al otro lado. No pienso desperdiciar una mañana de sueño en elegir al jefe de estado cuando lo que necesitamos son líderes, es unión, es ciudadanía: estoy plenamente convencido de que si toda la barriada se pone al mismo tiempo en el lado opuesto de esa roca en esa palanca, incluso los más enclenques del país harían y desharían a su antojo, nadie podría aplastarlos… pero esto es España, aquí se aplaude la mediocridad, se premia al estatus quo: todo el mundo se siente capaz de lanzar su opinión, despotricar de los políticos, los empresarios acerca de leyes injustas, sueldos ridículos, condiciones laborales monstruosas… prueba a ponerlos de acuerdo para ir todos a una hasta el ayuntamiento para algo simple, yo que se, poner un stop en los límites del colegio y todos tendrán algo mejor que hacer: una madre enferma, un trabajo al que no pueden faltar, unos hijos que cuidar… estoy seguro de que si en lugar de proponerles ir hasta el ayuntamiento, les colocaras en la mano unas entradas de Champions –me encanta el fútbol que conste- y les dijeras que tú pagas el viaje hasta el estadio, todos meterían a la viejita en un asilo, pedirían libre en el curro aun sin cobrar el día, buscarían niñeras para los críos… somos patéticos, mediocres, basura y por eso nos gusta tener a una serie de cabrones gobernando: es más fácil señalar a los demonios que cargar tú mismo con la corona de santo.
En fin, estas mierdas de la política no me importan tanto: soy un taxista frustrado con deseos no mucho mayores que los de rezar porque no me apuñalen que se suba una borracha de buen ver de copilota para poder sobarla un poco que un grupo de extranjeros me pida que los lleve hasta la siguiente manzana y darles un par de vueltas por la ciudad para engordar el taxímetro.
El país continuará siendo una mierda mientras que los hombres medio sigamos soñando a medias aspirando a no más de la mitad de lo que es nuestro y soportando estoicamente más de media vida al volante hasta llegar a una jubilación cobrando la mitad de nuestra paga íntegra. Las bombas y las balan matan a las personas, pero lo que pudren sus almas son las aspiraciones mediocres.
-¡Taxi!
Néstor José Jaime Santana

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