Sentimientos.

Permanezco enclaustrada en la incertidumbre desde hace seis meses, egoístamente atrapada: es curioso el modo en que reducimos los problemas al terreno personal… lo que me mata a nervios no es que le hayan podido pegar un tiro justo sobre el tabique nasal, una pierna menos tras pisar minas antipersona o que un crío asustado antesdeayer pastor de cabras le reventara el corazón contra la pared en un pelotón de fusilamiento, porque así es la guerra ¿patriotismo, defensa, democracia? ni siquiera petróleo, gas o esclavos: en lo último todo se resume a pizcos de sesos, vísceras, huesos, músculos, coágulos pringando calles enteras igual que una salsa rancia los bordes de un caldero reseco, caldo sobre caldo, metralla en carne fresca, cerebro de niño roto por la cintura pintando el asfalto de los mismos países machacados de siempre… en cambio lo único que me ha preocupado estos últimos 240 días es si la habrá estado metiendo en el coño de alguna tía marrón: por mi parte yo solo me he tocado un par de veces el clítoris, en una única ocasión me sentí tentada, tan solo un día me restregué el culo contra el paquete de un compañero de oficina donde la máquina de café: ni que él no se haya matado a pajas recreando viejos polvos con antiguas compañeras de alcoba… no soy la primera a quien dice “te quiero”, tampoco la única a quien ha abrazado tras el coito… pero actualmente soy la única contra la que se recuesta entre sus tetas soñando con la paz: con eso me basta, espero que a él también.
De todas maneras no soy un monstruo. Intento conciliar el cuidado de los dos niños, con un trabajo esclavizante en el que todos me preguntan como me encuentro, si hay noticias de él que ahí están para lo que necesiten, pero ninguno se ofrece ni a traerme un cortado hasta la mesa, el vasito de agua tras horas organizando archivos y por su puesto nadie me invita a salir un par de horas antes ni para ver a los críos ni para hacer la compra, ni siquiera para dormir, únicamente con el fin de tumbarme en el sofá a no ser, a no ser la mujer del soldado, la administrativa de la empresa, la madre cuasisoltera con el pariente dando tiros en el coño Dios de Asia… ninguno de estos hipócritas que me acarician el hombro por las mañanas con la excusa de darme ánimos se presta voluntario para sustituirme al menos ciento-veinte-minutos con los que ser capaz de resarcirme: tan solo un par de horas compensan tres meses de Schrödinger –el esposo muerto y vivo- de la misma forma que después de un día sin desayuno, almuerzo ni cena te basta con un cigarrillo y medio bocadillo antes de meterte en la cama. El colmo de la desgracia es que me cago, por todas partes como una vaca en medio de la romería: los nervios, la angustia, el estrés, la imaginación –una monja la llamó “la loca de la casa”… siempre que alguien es un hijo puta, pero de la casa, le llamamos “loco”… malditos eufemismos…-,toda una diarrea, seis veces diarias al retrete haciendo aguas, deshaciéndome por el ojete, igual que un boxeador: las ganas de cagarse son directamente proporcionales a la cuenta atrás para subirse al ring… mis cronómetro son los días hasta su vuelta que por fin se cumplen hoy.
Y aquí me encuentro, con un ramo de flores a la izquierda, en la derecha el móvil atenta a los mensajes de mi suegra porque los críos andaban con 38.4 de fiebre: se ve que los muy cabrones no tenían otra noche para enfermar que la del regreso de su padre… soy la única en todo el aeropuerto, curioso: ha trabajado casi los seis meses íntegros en cocina, que yo sepa solamente una vez salió a patrullar y lo único que encontró fueron a dos afganos dándose por culo, uno de ellos embutido en un burka para disimular lo que en aquellos países se condena con la horca… tampoco critiquemos tanto que aquí todavía regañaos la nariz cuando vemos a dos hombres besarse la boca… bienvenidos de nuevo al eufemismo, esta vez convertido en acto… mi marido el soldado cocinero: nadie, salvo su queridísima esposa viene a recibirlo… me pregunto hasta donde llegaría el cónclave de periodistas, altos cargos, políticos y autoridades si en lugar de hacer arder condimentos en la cacerola, hubiese chamuscado mil cuerpos de adolescentes con una bomba en nombre de la patria: lo que en Occidente premiamos con la prisión si sucede a nuestro lado, lo castigamos con medallas cuando ocurre al otro extremo del planeta.
Acabo de verlo, menos mal que no tira de tópico, viste de civil: el uniforme lo habrá facturado o algo así. Me ve, sonríe, no corre, camina, acelera, frena, camina de nuevo, ya está besándome… me rugen las tripas: creo que ha tocado braga.
-¿Cómo te encuentras?
-Aliviada. ¿No has muerto?
-Solo una vez. ¿Y los niños?
-Con tu madre, estaban bastante malitos.
Vamos de la mano hacia el coche sin la boca durante unos quinientos metros en tercera. Apenas se que puedo decirle: las peores balas en la guerra son las del reloj.
-Llevo estos seis meses con diarrea aguda.
-¿Y eso?
-Cagándome de amor.
Le miro de reojo avistando como comienza a llorar sordo, permitiendo que las lágrimas de emoción le enjuaguen los cachetes… jamás me lo diría, pero nunca nadie hizo algo tan bello por él.
Néstor José Jaime Santana

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