La mejor mascota (Sección. "Lluvia de piedras")



El dolor de la parte baja de la espalda llegaba hasta la punta del pie izquierdo. Pisar el freno o el embrague era una auténtica tortura. El que partía desde el cuello recorría los dos brazos hasta los codos. Pero seguía aferrado al volante con las dos manos, demostrando su profesionalidad. Por eso miraba los espejos retrovisores con extremos giros de ojos, sin mover apenas la cabeza.

-       Está claro que hay que alimentarlo y educarlo lo mejor posible. Básicamente, de eso depende que viva más o menos. También le puede pasar como a nosotros, que la glotonería, comer tanta basura, termina por pasar factura. – decía al teléfono, el pasajero que iba en la parte trasera del coche.

Se paró el vehículo y, no sin sobresfuerzo, el conductor soltó el cinturón y se bajó raudo para recorrer el coche por detrás y abrir la puerta trasera derecha, por la que salió costosamente el pasajero sin dejar de hablar por teléfono.

-       Si la cuidas son la mejor compañía y le acabas por coger cariño. A veces parece que te entiende. Creo que tendremos que comprar otro…


-       Que tenga buen día, señor. – A lo que el otro no respondió. Quería comprenderlo: él no tenía culpa de sus dolores y su perrito iba a ser sacrificado.  


  

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