Imagen extraída de El País.
Cuando todos se enteraron ya era demasiado tarde, Julia se convirtió
en una página de interlineado con caligrafía infantil sobre una mesita de
noche, al lado de una cama con un cuerpo frío de 11 años.
La página decía así;
Las horas cada vez pasan más despacio, se ríen de; como
camino, cómo hablo, se ríen de mí, y ya
cuando lloro, continúan mofándose, nunca me fije en mi cuerpo, ni en mi pelo de
esparto, ni en mis pies grandes, y mis manos feas.
Dicen que soy una avasallada, que no me hago respetar, roban
mis lápices, me los quitan sin más, me dan balonazos en el recreo, y yo no
quiero estorbar, a veces digo que estoy mala, pero entonces defraudo a mis
padres, son los únicos que creen en mí, cuando acabe con todo esto, lo sentiré solo
por ellos, no por mí.
A la salida me cogieron entre dos niñas, ni siquiera las conocía,
ellas sí, ellas conocían al monstruo que han creado en base a lo que fui, me
llaman la bestia, las niñas me cogieron cada una de cada brazo, y un chico empezó
golpear con su puño cerrado mi estómago, mientras todos lo jaleaban, muchos
pasaban y me escupían, apreté los dientes y llore, como no he dejado de hacerlo
hace ya dos años.
Intente no ir al recreo, pero los profesores no quieren a
nadie en clase, intente ir a la biblioteca, pero, la bibliotecaria me dice que
tengo que tomar el aire, que estoy muy pálida, mi vida es un laberinto, y no
encuentro otra salida.
Adiós papas, les quiere Julia, para ustedes nunca fui ninguna
bestia.
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