El laberinto de Julia, Relatos Crudos 4.

Imagen extraída de El País.

Cuando todos se enteraron ya era demasiado tarde, Julia se convirtió en una página de interlineado con caligrafía infantil sobre una mesita de noche, al lado de una cama con un cuerpo frío de 11 años.
La página decía así;

Las horas cada vez pasan más despacio, se ríen de; como camino,  cómo hablo, se ríen de mí, y ya cuando lloro, continúan mofándose, nunca me fije en mi cuerpo, ni en mi pelo de esparto, ni en mis pies grandes, y mis manos feas.
Dicen que soy una avasallada, que no me hago respetar, roban mis lápices, me los quitan sin más, me dan balonazos en el recreo, y yo no quiero estorbar, a veces digo que estoy mala, pero entonces defraudo a mis padres, son los únicos que creen en mí, cuando acabe con todo esto, lo sentiré solo por ellos, no por mí.

A la salida me cogieron entre dos niñas, ni siquiera las conocía, ellas sí, ellas conocían al monstruo que han creado en base a lo que fui, me llaman la bestia, las niñas me cogieron cada una de cada brazo, y un chico empezó golpear con su puño cerrado mi estómago, mientras todos lo jaleaban, muchos pasaban y me escupían, apreté los dientes y llore, como no he dejado de hacerlo hace ya dos años.

Intente no ir al recreo, pero los profesores no quieren a nadie en clase, intente ir a la biblioteca, pero, la bibliotecaria me dice que tengo que tomar el aire, que estoy muy pálida, mi vida es un laberinto, y no encuentro otra salida.
Adiós papas, les quiere Julia, para ustedes nunca fui ninguna bestia.
 Adolfo Ibáñez-Batista

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