Cuernos reales (Sección "Lluvia de piedras")
Solo
el mal jugador de ajedrez cuida demasiado la vida de todas sus fichas. En la
vida real es diferente.
Por
eso, legiones enteras fueron enviadas a la muerte. Chorros de vida sacrificados
por puro placer, a sabiendas de que se trataba de una acción estéril. Nuestro
monarca, de descendencia como mínimo problemática, se quedó ciego desde pequeño
como predijo el Obispo que atendía a la familia.
La
palidez y la fatiga marcaban su tez, donde se enmarcaba la triste sonrisa de
debilidad y satisfacción a la vez. “Si no fuera porque sus hijos tuvieron
también dificultades para procrear, cualquiera hubiera puesto en duda que
fueran de él”, comentaba el clero en la más estricta intimidad. Había un
notable sigilo sobre ello porque, en el reino ibérico, se podían asumir cuernos
por parte de la reina, pero no del rey.
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