Margarita y el loco (Sección "Lluvia de piedras")




    Su alma se arrugó sin que el vestido mostrase miedo alguno. Su interior tembló víctima de incesantes escalofríos. Mientras, por fuera -inevitablemente-  pintaba cálida tranquilidad con el reflejo luminoso del Sol. Dentro del tallo se agitó, sin remedio, el ritmo de la savia en todo su recorrido; y todo, por sentir la mirada fija de aquel inmaduro enloquecido que amenazaba con destriparla hoja por hoja, por no sé qué “justificada” cruel costumbre o superstición.











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