Contraverso. Amar en las calles de Tacoronte
Ibas
por una calle de Tacoronte
provocando
celos al Sol y la Luna,
hipnotizando
el color del horizonte.
Yo
volvía andando desde La Laguna,
pensando
en mis desamores, mi fortuna
más
torcida que las sabinas, y te vi,
bella
y etérea como un cúmulo nimbo,
haciendo
que el día oscureciera ante ti,
eras
tan suave y tierna como un Pan Bimbo.
Te
acabo de conocer ¿qué puedo decir?
Pensé
en adoptar una buena postura
y
que el engatusamiento llegara después.
Filosofía,
arte, literatura,
o
prometerte poner el mundo a tus pies,
y
hablando de pisar bien ¡trágico traspiés!
Manrique
deslomado ante la incrédula
mirada
del rayo de Luna, la acera
más
partida que el núcleo de una célula,
yo
me aferré como larva de libélula
a
un muro cercano, pero nada consigue
contradecir
la física newtoniana
y
la pérdida del equilibrio prosigue,
caen
las murallas de la gloria romana,
pregunté
sin dientes -¿quieres ir al cine?-
con
el cuerpo torcido y contusionado,
hundido
como en el Crack del 29
-¿contigo?-
dijo riendo, y se echó a un lado,
le
respondí -podemos ir este jueves-
se
fue riendo -lo tengo muy ocupado-.
Y
yo hundido en la zanja, entre trincheras,
caído
como “muros de la patria mía”
intentando
oír un vals de amor, a la espera
de
que el responsable tropiece algún día
y
quiera arreglarnos la jodida vereda.
Yo,
por lo que a mí atañe, caí en desgracia
como
un segundo Conde-Duque Olivares,
mirando
al suelo como la fisiocracia,
como
el señor de la Tierra-entre-dos-mares
sumido
al Quetzalcoatl de otros lugares.
Y
allí, desparramado como en la Balsa
de
la Medusa, me puse a reflexionar
sobre
si la ilusión del amor es falsa
o
si existen flechazos en esto del amar.
Más
si el piche me castigó algo hice mal.
(Fuente: foto propia)
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