LANCE TABÚ. FOTÓGRAFO VOYEUR



Quedaban de manera esporádica en el aparcamiento del centro comercial. Recostaban
los asientos de su viejo coche, he intentaban llegar a tener una encuentro sexual y fugaz
como los que tenían en la adolescencia, en un intento por dar chispa aquella relación
apagada. Habían cambiado de coche. Habían cambiado de centro comercial. Habían
cambiado de horarios. Habían tomado prestada otras vidas interpretando diferentes
roles. Ninguna combinación había funcionado. La prostituta y el policía. La institutriz y
su pupilo. La animadora y el deportista. La vaquera y el indio. Los peluches gigantes
tampoco habían resultado. El tamaño de las cabezas de estos últimos, ni siquiera
entraban en el coche.
Una tarde como otra, quedaron para almorzar. Dieron una vuelta por el centro
comercial. Aburridos se fueron al coche para emprender el regreso a casa. Metieron las
bolsas en el maletero. Se abrazaron antes de entrar al coche y se dieron un beso quieto,
estático, mientras duraba el abrazo. Era un beso de costumbre, de días todos iguales, de
resignados. A lo lejos, el ruido de fondo del chirrido de las ruedas de algún coche
entrando o saliendo del aparcamiento. De repente un flash. Miraron y frente aparcado
un hombre que no escondió la cámara, ni se sintió pillado. La reacción de ambos fue
besarse con pasión dejando que sus lenguas intercambiaran impresiones. Los flashes
dentellearon a la velocidad de aquel beso con lengua. Sonrieron. Entraron en el coche y
siguieron besándose. Recordaron que en la parte de atrás llevaban atrezo. Él salió del
coche y cogió del portabultos dos máscaras venecianas. Ambos entre risas se pusieron
las máscaras y siguieron besándose. El paparazzi voyeur salió del coche también y les
hizo señas de que si podía sacar fotos. Ambos dijeron que si con la cabeza. Recostaron
los sillones y se desudaron ante las exclamaciones de: -¡Bello!, ¡Bravo!, del fotógrafo
voyeur espontáneo, que los fotografiaba desde fuera del coche a través de los cristales.
Unos preámbulos a velocidad de vértigo, fueron precedidos del acto sexual más fiero y
entregado. Ambos lejos de fundirse en una postura del misionero como tantas veces,
posaron. Posaron en de diferentes maneras para dejar constancia gráfica de aquel
encuentro. Los gemidos de placer no quedaron plasmados en las fotos, los gestos más
eróticos que de costumbre, si. A partir de aquel momento ya no fueron una pareja en
declive. A partir de aquel momento fueron un trío en auge. Sin querer y de manera
espontánea encontraron como prender la chispa y encender la llama. Ahora solo les
quedaba mantener el fuego encendido.



Celia Sánchez

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