UN ZAPATO EN LA BOCA DEL METRO. TRAS LA CORTINA ROJA.

Imagen creada por Sico Manz


       Marla Doubt era una persona alegre e inquieta, llena de ilusiones y aspiraciones. En efecto era así, y su trabajo era su vida. En él depositaba toda fe y esperanza, pues era su trabajo lo que le permitía dar rienda suelta a su imaginación y desarrollarla.
      Muchos fueron sus intentos en la Editorial , de que su talento fuese valorado pero todo en vano, sus escritos siempre fueron rechazados. Después de demasiado sufrimiento y de no confiar en si misma, se dio por vencida, su ópera prima pasaba desapercibida. Solo servía para corregir lo que otros escribían.
       Hubo furia y tensión pero también derrotismo y desazón. El último día de presentaciones y rechazos, su imaginación se apoderó de ella, como para demostrarle lo poderosa que era. Salió de aquel trabajo infernal y se dirigió hacia su casa, un refugio seguro sin duda.
       Llovía, llovía mucho, y los días grises y húmedos, los oscuros días no le gustaban nada. Por lógica lo más prudente para ese estado de ánimo no era andar por las calles pero lo hizo y mucho.
Sin darse cuenta, bajó distraída por las escaleras que daban a la boca del metro. Había unas vallas y un gran cartel pero nunca miraba por encima de su abrigo y su paraguas en esos días.
      Abajo no había un gran bullicio, no lo había, pero siguió andando. Las galerías estaban sucias, llenas de papeles y material de obras, las personas también estaban sucias. La miraban desde algún viejo banco, o un cartón en el suelo. Unos fumaban, otros bebían, otros miraban.
Marla mira de soslayo y aprieta el paso, en su cabeza, empieza un baile de máscaras de sus caras, persiguiéndola, y sus pasos haciendo eco de la imaginaria persecución.
     Más oscuridad (en la mente) y escucha sus pasos, ahora corre, más oscuridad (en su mente) y mientras corre siente un aliento en la nuca. Corre más, deprisa ,llegan ya.
    Más oscuridad (en su mente) y le agarran de repente del pelo, un grito sube por su garganta primero tenue luego con vigor y su propia mano lo ahoga. Está parada, temblando, tirando de su pie izquierdo, no puede moverlo, alguien lo sujeta.
    Pasa un suspiro de tiempo que para ella se torna una eternidad, descansa, respira, calientes y húmedas lágrimas corren por sus mejillas.
 Mientras forcejea aparece la luz, brillante,casi cegadora pero bendita luz. Se precipita sin más al vacío no puede perder más tiempo. Oscuridad de nuevo, pero totalmente real.
      En las vías quedó su cuerpo destrozado e inerte, descansando tras ser arrollado. En el andén, un inerte zapato enganchado a un inerte baldosín que nadie estaba sujetando. Y la certeza eterna de lo peligrosos que somos para nosotros mismos, siempre poniendo a prueba nuestro ser, a pesar del cruel destino.
                                                                                Gabriela Carvias Suarez 

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